jueves, 15 de marzo de 2018

PARÍS.5º DÍA. MONTMARTRE




                       



 
            Salía nuestro avión a las 17'15 y, por tanto, teníamos toda la mañana, hasta las 13'30 para andar por Montmartre, sin prisas. Lo recorrimos de arriba-abajo y de izquierda-derecha. Desayunamos fuerte, dejamos las maletas en el hotel, en su consigna y andando, nos dirigimos hacia el Molino Rojo. Allí empezamos a andar el barrio.
         Volvimos a subir por rue Lepic, pero al llegar a la bifurcación, en vez de girar a la izquierda, por la casa Van Gogh, giramos a la derecha por rue Abbessess, buscando la estación de metro y la iglesia de San Juan de Montmartre; en cuestión de 15 minutos paseando llegamos a la plaza Abbessess. En ella se alza una iglesia de ladrillo vista, San Juan de Montmartre, abierta al culto desde temprana hora.
San Juan es desde el exterior una curiosa mezcla de bizantino y art decò, mientras que por su parte trasera, parce una fábrica de ladrillos.  La planta es simple, un campanario, una nave flanqueada por tres naves más pequeñas para capillas. El altar es de hormigón armado y gres, con mosaicos y medallones de los cuatro evangelistas. Una iglesia ncantadora, con cierto aire pueblerino.



A lado, en la misma plaza se encuentra un espacio

ajardinado, precioso, donde se encuentra el Muro del te quiero. O en francés, Le mur des je t'aime. La iniciativa de este muro es de Frederic Baron y se enmarca dentro de la necesidad de encontrar el Te quiero en todos los idiomas imaginables. La frase está escrita en más de 300 idiomas y dialectos, ampliable. Al igual que Venecia tiene su Puente de los suspiros, París tiene su muro de Te quiero. El muro está formado por 612 baldosas en lava esmaltada y ocupa un espacio de 40 metros cuadrados. Ni que decir tiene que buscamos el Te quiero en español y nos hicimos una foto. Recuerdo de nuestra estancia en París.
Continuamos nuestra marcha por Montmartre y por rue Vieuville llegamos hasta la rue des Trois Fréres. Bajamos por ella y llegamos hasta el funicular al Sagrado Corazón. Gastamos nuestro penúltimo billete de metro en subir hasta el Sagrado corazón.

Nos bajamos y por rue Azais, llegamos a San Pedro de Montmartre. Es quizá menos conocida que el Sagrado Corazón, pero es el lugar donde San Ignacio de Loyola  y sus seguidores hicieron los votos para fundar la compañía de Jesús.
La iglesia es del siglo III, fundada por San Dionisio de París; sin embargo, apenas hay señales galo-romanas en su interior. Vacquier identificó los muros de piedra como los correspondientes a los de la Casa de Marte, del que el barrio toma el nombre.

En 1657 los restos que se encontraban en el patio fueron identificados como los de Martis templum. Fue parada obligatoria para los peregrinos en el camino de la Basilica de Saint Denis. Comprada por Luis VI se establece un convento de benedictinos y la iglesia merovingia fue reconstruida. Se consagró de nuevo por el Papa Eugenio III, con asistencia de Bernardo de Claraval y Pedro, el prior del Cluny. La iglesia quedó en ruinas durante la Revolución Francesa.

En su interior se pueden admirar las columnas romanas de la época.

Dejamos la iglesia y nos trasladamos a la cercana Plaza del Teatro.

Eran horas “tempranas” (las 11 más o menos) y la plaza se encontraba casi vacía y con los artistas comenzando a poner sus tenderetes y a intentar pintar a algún que otro transeúnte despistado. Nos quedó un recuerdo muy bonito de la plaza. Por rue Norvins llegamos hasta La Consulat, sin nadie en su terraza, tranquilo y no con el bullicio de los días anteriores. Los viñedos de Montmarte se nos quedaron a la derecha, con pocas hojas y menos ganas de visitarlos. En el verano deben estar espléndidos.


Volvimos sobre nuestros pasos, tranquilos, de la mano,

saboreando el día último en París. Sobre las 12’30 llegamos de nuevo al Sacre Coeur y nos despedimos de París desde su atalaya. Cogimos el funicular y llegamos hasta Anvers; al lado del hotel. El cielo se estaba encapotando y amenazaba lluvia.
Nos recogieron para marchar al aeropuerto de Orly y a las 17’15 salió nuestro vuelo hacia Madrid. Con media de adelanto, por llevar viento de cola, nos encontrábamos en Madrid a las 16’45 horas. Un taxi nos desplazó hasta Atocha y allí, tranquilamente tomamos un bocadillo y una cerveza. Nuestro trensalía a las 20,29 horas y a la hora en punto lo hizo. Llegamos a Córdoba sobre las 22’30h y allí nos estaba esperando nuestra hija y su marido. Llegamos a casa, sobre las 12 de la noche. Hogar, dulce hogar.
Cándido T. Lorite
21-02-2018

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