PARÍS.
4º DÍA. LAFAYETTE, OPERA, VENDÔME, MADELEINE Y TORRE EIFFEL.
Una visita a las Galerías Lafayette siempre es obligada cuando se viaja a París. Eso sí, cuando se hace segunda vez, porque de primera hay que ver muchas cosas más interesantes que una galerías de ropa y de todo tipo de utensilios, por muy famosa que sea. Desayunamos tranquilamente, sin prisas y a una hora prudencial. Por primera vez era más importante la calma que la prisa, algo que estábamos haciendo en nuestro viaje a París. Disfrutar, cogidos de la mano de esta ciudad, aunque los jardines no tuvieran flores y los árboles estuvieran vacios de hojas. Sólo importábamos nosotros.
Nos bajamos en el metro en Lafayette, justo al lado de la entrada principal de las galerías y, cómo no, antes de entrar tuvimos que abrir los bolsos de mano y abrir los brazos para que nos pasaran el detector de metales. Yo esperaba una mayor concienciación en el cacheo por parte de las guardias de seguridad, pero no pudo ser. Es broma, pero ya me estaba cansando tanta seguridad y eso, que aún no había ido a los alrededores de la torre Eiffel, que dejamos para la tarde.
Lo primero que nos llamó la atención
fue la cola de chinos o japoneses, soy incapaz de distinguirlos, en las
entradas de las joyerías y tiendas de perfumes, exclusivos de la galería. En
medio de todo, la cúpula central, impresionante. Nos dimos una vuelta por
varias plantas y, al final, decidimos subir a la terraza. Allí, ¡Oh, sorpresa!
Había más seguridad. La misma que a la entrada.
La vista desde la azotea era
impresionante. Nos hicimos alguna foto y dejamos constancia de la misma en el
blog. Al cabo de hora y media dentro de las galerías, decidimos salir y andar
un poco hasta Opera.
Nos gustó la primera vez que la vimos, y nos siguió gustando en esta segunda vez. Majestuosa en su entrada y en su fachada, una foo nos hicimos delante de ella, por un francés amante de todo lo español que, gustoso se oreció a hacérnosla cuando nos oyó hablar en español. Hasta fue capaz de decir "lagarto" cuando le dije que era de Jaén. Demostró un conocimiento que pocos tienen.
Continuamos hacia la Plaza Vendôme y nos
deleitamos en la majestuosidad de esa plaza. Considerada la plaza más lujosa de
parís, tiene una columna en el centro ue imita la columna Trajana de Roma. En
ella hay que preparar bien la cartera, pues se encuentran las más lujosas joyerías
y el hotel Ritz. Nos volvimos por la rue Capucines hacia Le Madeleine. Giramos
a la izquierda a rue de La Madeleine hasta la iglesia del mismo nombre. En
obras en su parte lateral, entramos a la misma. Tiene, en su exterior, forma de
templo romano, rodeada de columnas dóricas. El interior es de estilo barroco y
tiene un grandioso órgano que ha sido tocado por Camile Saint-Saëns y Gabriel
Faure
.
Desde la escalinata se ve la rue Royal,
y el Obelisco de Luxor de la Plaza Concorde. Buscamos un lugar donde comer y
tomarnos tranquilamente unas cervezas, antes de continuar camino por la tarde.
Lo encontramos en la rue de Súrene, llamado Fonzarelli. Gente de todas las
edades, sobre todo trabajadores de los establecimientos situados en los
alrededores. Comimos bien, sentados, una ensalada y unas carnes bastantes
apetitosas. No fue caro. La pizza también estaba buena y más económica.
Descansamos un buen rato y decidimos tomarnos el café en otro lugar más emblemático.
Ese lugar más emblemático no podía ser
otro que la cercanía de la Torre Eiffel. Dirigimos nuestros pasos al metro de
Opera, cogimos dirección a la Torre Eiffel y nos bajamos en Trocadero.
Al lado hay un bar- restaurante, llamado Le Coq, donde por 6 € nos tomamos dos cafés, uno descafeinado y otro crème (con leche). Calentitos, mirando a la gente pasar, en la calle porque tenía estufas colgadas encima de las mesas y se estaba realmente cómodo.
De ahí, a un paso, llegamos a la Plaza
del Trocadero. Como siempre, a estas horas, totalmente llena de gente. Nos
hicimos las fotos de rigor, con la Torre Eiffel al fondo y nos llevamos una muy
DESAGRADABLE SORPRESA, cuando nos asomamos a los jardines.
En el espacio
situado entre los dos laterales, a alguien que debe estar mal de la cabeza, se
le ha ocurrido montar un mamotreto, enorme, de color negro, que tapa las
fuentes, que rompe la estética del lugar, que destroza la imagen que se tenía
del Trocadero. De ahí, sin poder ver los jardines centrales, tapados por ese
inmenso bloque negro, nos trasladamos hacia la Tore Eiffel, no sin antes ver
que nuestro paseo en barco por el Sena, se había ido al traste. El Sena bajaba desbordado
y no había salida de barcos. Nuestro gozo en un pozo.Cuando decidimos entrar a ver la Torre Eiffel, debajo de la misma, como la vez anterior, nos dimos cuenta y tuvimos que pasar, por un detector de metales, un arco como en los aeropuertos, monedas, cinturón, móvil etc. Demasiado. Por fín, dentro, apenas había personas. Los controles son demasiado excesivos y la gente, si no es para subir a la torre, no entra.
Ya estábamos debajo de la Toerre Eiffel
y nos hicimos todas las fotos posibles y desde todos los ángulos posibles.
Hasta un par de ellas con mi cara delante de la cima, vista de abajo-arriba.
Salimos de allí y para dirigirnos a
Campo de Marte, más controles. Y, además, tuvimos que dar una vuelta completa a
la calle para entrar por un lateral. Demasiado para tanta seguridad, de la que
hemos terminado hartos y cansados. El Campo de Marte,
estaba mustio; húmedo, pero seco. Demasiadas cagadas de perro por todos lados, sobre todo en el césped. Menos mal que no estaba el día como para sentarse o echarse en él, pero los que vayan en época de calor, ¡cuidado!. Allí nos hicimos las últimas fotos con la torre Eiffel de fondo. Nunca se sabe si volveremos otra vez a París, pero por si acaso, nos hicimos bastantes. Se estaba echando la noche y decidimos poner rumbo al hotel.
Cogimos el metro en Bir Hackeim y
después de dos transbordos nos bajamos en Anvers. Era noche cerrada, aunque en
realidad eran las 8 de la tarde. Nos dirigimos tranquilamente hacia el bar
Rendez Vous des Artistes, al lado del hotel; nos tomamos un tentempié, con una
cerveza fresquita. Hicimos un poco de tiempo, tranquilos y nos fuimos al hotel.
Descanso después de más de 12 horas fuera y cerca de 12 km andados.
Una ducha, un poco de televisión
española y a dormir.
Cándido T. Lorite
20-02-2018
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