martes, 13 de diciembre de 2011

VIAJE A ROMA. SEGUNDO DÍA(2)



2ª PARTE

Continuamos nuestra visita, andando por Via de la Conciliazione, para llegar al Castillo de Sant’Ángelo. Muchas tiendas de recuerdos, aunque realmente caras por aquello de encontrarse cerca del Vaticano. La entrada al Castillo cuesta 3 €, entrada reducida, y está abierto de 9-19 horas. Para conocer mejor la forma de ver este monumento es aconsejable fijarse en la maqueta que hay a la entrada del mismo. Una parte es de Adriano, s. II; otra de Alejandro VI (s. XV) y la última de Urbano VIII (s. XVII) que son tres de sus principales constructores.
En la primera se encuentra la subida en forma helicoidal, en rampa, que da toda la vuelta al edificio, hasta llegar a la cámara de las cenizas, así llamada por haber sido depositadas en ella las cenizas de todos los emperadores que aquí fueron enterrados. La fortaleza se encuentra en la parte exterior del edificio y aún mantiene almenas, torreones, bastiones, respiradores. Se puede dar un paseo por ellos y con unas magníficas vistas de Roma. El Palacio se encontraba cerrado, con lo que sus salas no pudimos visitarlas; en otra ocasión será. El Museo sólo contenía una exposición de pinturas, de origen flamenco. El resto estaba cerrado.
Desde la parte superior se pueden hacer unas fotos magníficas, tanto de Roma como del Tíber. También se puede ver en toda su amplitud y magnificencia el famoso Puente de los Ángeles. Considerado como uno de los más bellos de la ciudad. Los tres arcos centrales son de época romana, las dos esculturas de San Pedro y San Pablo a la entrada son del s. XVI y ocupan el lugar de dos capillas antiguas que se hicieron para conmemorar la hecatombe que se produjo en este puente, con motivo del año santo del año 1325, contado por Dante en La Divina Comedia. Las dos esculturas de Bernini son la segunda y la cuarta contando desde el Castillo.
A partir de aquí, andando por Lungotevere Tor di Nona llegamos hasta el Puente de Humberto I. En la otra orilla se alza, majestuoso, el Palacio de Justicia. El motivo de andar por este lugar era llegar hasta el Ara Pacis y el Mausoleo de Augusto, así que continuamos andando por Lungotevere Marzio y divisamos el Palacio Borghese: En una de sus esquinas, al lado de la vía hallamos un colegio de secundaria. Sitio magnífico para el mismo. Llegamos al Puente Cavour, cruzamos la plaza y nos encontramos con el Museo del Ara Pacis y, enfrente, el Mausoleo de Augusto.
El Ara Pacis es un monumento de la época romana; fue construido entre el año 13 y el 9 a. C., para conmemorar la entrada de Augusto en Roma, victorioso en Hispania y Gales. Es de mármol, monumental, con unas medidas de 11x 10x 4’60 y no está cubierto. Lo más importante en él son las esculturas que decoran el exterior. Expresan desde la fundación de la ciudad y a Augusto con su familia. Perdido y enterrado durante siglos, se encontró en la época de Mussolini que lo reconstruyó, como símbolo de su poder. Hoy tiene un museo donde se explican todos los pormenores que le han sucedido al Ara Pacis a lo largo de los siglos. Enfrente, en un estado lamentable, se encuentra el Mausoleo de Augusto. Edificado el s. I a. C. es un imponente edificio funerario circular. Se construyó para contener en él los cuerpos de emperadores o gentes importantes. El primero fue Marco Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, después Marco Agripa, Druso el Mayor, Lucio y Cayo César. Augusto fue enterrado el año 14 y después, Druso el Menor, Livia y Tiberio. Claudio y Nerva fueron los últimos. El emperador Trajano fue incinerado y sus cenizas depositadas en una urna de oro en el interior de su columna, en el inicio del Foro Trajano.
Hoy, este sensacional mausoleo, sólo es lugar de ruina, maleza, hierbas y abandono. Ha sido utilizado de todo, hasta de fortaleza medieval. Es de desear que el la ciudad de Roma ponga manos a la obra y recupere para la historia, y para los visitantes, este sensacional espacio; al igual que ha hecho con el Ara Pacis.
El llegar hasta aquí nos había llevado más de ½ hora de caminata desde el Castillo. Ni que decir tiene que el cansancio era bastante grande. Los italianos dicen que todo está cerca, a 10 minutos “a piede” (a pie), pero si esto te lo dicen cuando llevas de pie y andando de un sitio para otro desde las 8 de la mañana, las piernas ya no te obedecen mucho. Así que, con tranquilidad, sin prisas, nos dirigimos por Via Tomacelli y Via Condoti hacia la Plaza España. Total, otros 10 minutos más a pie. La vista de la plaza desde Via Condoti nos dio ánimos y fuerzas para llegar a ella. Estábamos en el inicio del declive de la tarde.
Nos recibió la Plaza España con una multitud de gente, sentada, hablando, caminando, haciéndose fotos. Todo aquello que se dice de esta plaza es cierto. La gente disfruta en ella, se lo pasa bien, descansa de tanto ajetreo y tanta caminata. En ella se encuentra la Embajada de España y la Oficina de Turismo de España, justo al lado, o enfrente, de la columna donde se alza la imagen de La Inmaculada. La historia de esta plaza está escrita en todos los lugares pero un poco de ella en este blog no viene mal, para incluir en ella las fotos que nos hicimos. En sus inicios, en el s.XVII, la plaza estaba dividida entre Francia, la parte superior y España, la parte inferior. Aquí, en un palacio se encuentra la Embajada de España. En esta plaza se han dado verdaderas luchas entre ambos países, en todos los sentidos. Hay que destacar la Fuente de la Barca, hecha por el padre de Bernini, en el s. XVI; un obelisco instalado delante de la iglesia Trinitá del Monti, por el Papa Pio VI, el año de la Revolución Francesa, 1789. La Embajada de España, la Columna de La Inmaculada y el edificio de Propaganda i Fide, todo en la plaza situada a la derecha de la escalinata. Este lugar, como he dicho, es especialmente llamativo para la gente que, desde siempre, ha tomado la plaza para el descanso, la charla, las fotos tranquilas, etc.
Desde esta plaza y por la calle del Babuino se llega, bien andando, bien en autobús (117 ó 119), o en taxi, no recomendable por la cara que te pone el taxista cuando le dices que vas a la Plaza del Popolo, situada a unos 800 metros de Plaza España; pero es que cuando llevas caminando todo el día, 800 metros te parece una distancia totalmente insalvable, cuando aún te quedan por ver algunas cosas de las programadas, como la Plaza del Popolo y la vuelta por la Fontana de Trevi.
En la Plaza del Popolo, enorme en su diámetro y en inmensidad, se encuentra algunas cosas dignas de ver, a saber, la Basílica o iglesia de Santa María del Popolo; las dos iglesias gemelas y el trío de calles, la del Corso, la de Ripeta y la del Babuino, vistas las tres desde el obelisco que se encuentra en el mismo centro de la Plaza. Las dos primeras son de las más antiguas de Roma, la tercera se abrió con motivo del año santo de 1525. Tienen precisión matemática las tres calles. La plaza en un principio se llamó Plaza Flaminia, en época romana, aunque luego fue del Popolo (pueblo). Lugar de lleno de barro, ratas y suciedad, los papas del Renacimiento le dieron la estructura actual, la limpiaron, ampliaron, hicieron fuentes a ambos lados y le dieron el esplendor que actualmente tiene y del que gozan todos los turistas que la visitan.
Santa María del Popolo es la iglesia visitada para admirad los dos obras de Caravaggio, así como la estructura renacentista de su interior. Se puede contemplar la Crucifixión de S. Pedro y la Conversión de S. Pablo, situados en la capilla Cerasi. También se puede contemplar la Virgen de Santa María del Popolo, atribuida a San Lucas, el evangelista. Igualmente se ve la capilla Chiri, diseñada por Rafael y terminada por Bernini y el fresco de La Natividad de Pinturicchio.
La fuente que se encuentra en el centro, con el obelisco, tiene cuatro leones en las esquinas con agua y unas escaleras para poder descansar. Un bocadillo tranquilamente tomado, con agua, nos dio un poco de descanso en tan ajetreado día. Eran ya las 7 de la tarde, noche cerrada. Aún nos quedaba por visitar la Fontana de Trevi y el palacio del Quirinal. Cogimos el metro y nos dirigimos hasta Barberini. La Fuente del Tritón, iluminada, nos acogió con un helado comprado en la Via del Tritone nos hizo el camino más ameno hasta la Fontana de Trevi.
La llegada a la Plaza de la Fontana se hace guiado por el ruido y el murmullo de la gente que se encuentra en ella. Apenas se podía entrar en la plaza y menos aún, en la fuente. Nos dedicamos, mi mujer y yo, a mirar y ver la fontana desde el ángulo de la calle Laterana. Desde aquí la gente y la fuente parecían ser la misma cosa. Hablar de la Fontana de Trevi, de su origen, de las cosas que se han dicho de ella, de las películas que se han hecho en ella, de las famosas monedas o moneda que hay que echar para volver y para tener otro amor o alguno mejor, es cosa imposible. Así que tranquilamente nos sentamos un rato mi mujer y yo, nos cogimos de la mano y nos dedicamos a mirar a la gente y a la fuente, intentando abstraernos del ruido y de los murmullos. Intentando oír el ruido del agua al caer y la magnífica iluminación de la misma. El descanso nos vino muy bien. Nos hicimos la famosa foto echando la moneda hacia atrás al agua y luego estuvimos viendo a la gente que entraba y salía de la misma. Se puede estar allí todo el tiempo que se quiera y nunca un momento será como otro. Decidimos que teníamos que volver de día y quedamos en hacerlo el sábado, por encontrarse cerca del Panteón y la zona que íbamos a visitar ese día, El Campo de Marte.
Salimos de la Fontana de Trevi y nos dirigimos, andando, como no, hacia el Palacio del Quirinal; una leve cuesta nos llevó hasta la Plaza del Quirinal. En ella se encuentra el Palacio del Presidente de la República, en ese momento Mario Monti. Otro pequeño descanso, unas fotos a la plaza, a la fuente y por la Via del Quirinale llegamos a las iglesias de Sant Andreas al Quirinale y San Carlo alle Quatro Fontana. Ambas iglesias se hicieron al mismo tiempo, al lado del Antiguo Palacio de los Papas. Una fue construida por Bernini y otra por Borromini. Son pequeñas, poco concurridas, lo que se agradece, aunque es complicado poder verlas en su interior, por el horario tan restringido que tienen, además cuando hay misa no se pueden visitar tampoco.
Andando, “piano a piano”, poco a poco, muy despacio, debido al tremendo cansancio acumulado nos dirigimos por Vía Della Quatro fontani y Via Nazionale hacia nuestro hotel en Via Viminale. Era, para nosotros, tarde, muy tarde cuando llegamos. Una cena frugal, una ducha caliente, un relajante y un quedarnos dormidos fue todo lo máximo que pudimos hacer. El día había sido muy agitado, y entre unas cosas y otras habíamos estado andando más de 12 horas, con un total aproximado de 15 km. Eso por la parte más corta que se suele decir, porque a nosotros nos pareció que habíamos andado hasta el fin del mundo. Dormimos de un tirón. Nos lo teníamos merecido.

Cándido T. Lorite

lunes, 12 de diciembre de 2011

VIAJE A ROMA. SEGUNDO DÍA (1)
















1ª PARTE


Comenzó el segundo día de nuestra estancia en Roma bien temprano. No había ni amanecido. Eran las 6’30 de la mañana cuando nos levantamos para desayunar en el hotel. Terminado el desayuno, copioso y abundante para poder afrontar el largo día que nos esperaba, nos dirigimos hacia la estación de metro de la Plaza de la República, más cercana a nosotros que Termini, en la línea A. Bajamos en Ottaviano San Pedro y por la Via Ottavianoy andando a través de las murallas del Vaticano, llegamos a la entrada de los Museos Vaticanos, en Viale Vaticano. Entramos con nuestra Roma Pass, gratis, a las 9’10 horas de la mañana. Comenzamos una aventura que duró más de 4 horas.
Nada más entrar nos hicimos una foto con los jardines del Vaticano detrás de nosotros y entramos rápidamente al museo, con ganas de ver las cosas más interesantes de los museos vaticanos. Subimos las escaleras para comenzar a visitar el Museo Gregoriano egipcio y el Museo Gregoriano etrusco. Amplias salas donde poder ver momias, manuscritos, utensilios y demás de las épocas tratadas; es de destacar un sarcófago etrusco, de color marrón, en madera de ébano, realmente magnífico. Continuamos la visita por el museo Pío- Clementino y Chiaramonti. Las esculturas, jarrones, etc son obras maravillosas, dignas de ser vistas, una a una con más tranquilidad que la teníamos nosotros. La Pinacoteca y la sala de los tapices puso punto final a los museos vaticanos. Entramos a continuación en los Palacios Pontificios y nos encontramos con multitud de salas, como la de los mapas, candelabros, de la Biga, etc. que nos dieron la sensación de estar en otros mundos y en otros lugares. Las descripciones en los mapas de Italia eran perfectas, región por región. Entramos, siempre buscando el final, la Capilla Sixtina, en la Estancia de Rafael. Aquí, los frescos de Rafael nos trasladaron al mundo de su época, maravillosa, pensando como era posible su maravillosa pintura en las paredes. Se explicaba perfectamente como se hicieron, y nos deleitamos con su belleza. A continuación entramos en las salas de los Borgia. Parecía que nos hubiéramos trasladado en el tiempo a esa época de disturbios, intrigas, asesinatos. La presencia de la familia Borgia estaba en cada lugar de esas salas.
Llegamos al momento cumbre de la visita; la que habíamos estado esperando durante las dos horas y media que llevábamos andando, viendo pinturas, esculturas, sarcófagos, etc. incluido El Laoconte y sus hijos. La entrada a la Capilla Sixtina fue para nosotros como un aldabonazo en el tiempo. A pesar de la cantidad de gente que allí había parecía que éramos nosotros solos los que allí estábamos. Parecía que sólo lo veíamos nosotros. Nos sentamos primero a un lado y luego al otro, admirando la perfección de las pinturas. El orden de las mismas explicando desde el inicio. Desde La Creación, hasta el final, La gloria de Dios, todo el esplendor de la pintura de Perugino, Boticelli, Girlhandaiao y Roselli. No voy a hacer aquí una descripción pormenorizada de la misma porque la hay en todos los sitios, en cualquier lugar y en cualquier libro; y todos ellos tienen más autoridad que yo para hacerla. Si decir la enorme impresión que nos quedó a Paqui, mi mujer, y a mí. Estuvimos largo tiempo viendo las pinturas, los papas, la creación, la advocación a la Virgen, el escudo del papa Sixto IV, impulsor de la misma, la habitación y la estufa donde se quema la paja húmeda o seca que indicará el color de la fumata para indicar si hay o no nuevo Papa para la cristiandad. En definitiva, la visita que más esperábamos fue realmente la que no nos defraudó en absoluto; es más nos agradó más de lo esperado. Cuando terminábamos nuestra visita a los Museos Vaticanos, tuvimos una experiencia muy desagradable que, muchas gracias a los servicios de vigilancia, de seguridad y carabinieri de los museos, no pasó a males más grandes. Desde este humilde blog, dar las gracias a los vigilantes de la Capilla Sixtina, al servicio de seguridad de los Museos y a los carabinieri de guardia por todo lo que hicieron por nosotros.
Salimos de los museos vaticanos y recorriendo la muralla de la Ciudad del Vaticano y por Via di Porta Angelica, llegamos a la Plaza de S. Pedro. Descansamos un poco, nos hicimos un par de fotos y entramos a ver la Basílica. Se entra por la llamada Puerta de los Sacramentos, que es una de las cinco puertas de entrada a la Basílica; las otras cuatro son, de izquierda a derecha, la Puerta de la Muerte, la Puerta del Bien y del Mal, la Puerta del Filarete y la Puerta Santa, la quinta. Todas ellas hacen referencia a su nombre. La imponente belleza del interior nos cautivó desde el mismo momento en que la vimos. Su grandiosidad nos llevó en volandas a otros tiempos. A mí por ejemplo a la estampa del Concilio Vaticano II, con los obispos y cardenales sentados. Cuando vi el concilio, pensaba cómo era posible que allí cupieran tantas personas. Cuando lo he visto ahora, ya no me caben dudas. Es enorme. La longitud de su nave central es la más grande todas las basílicas del mundo. Voy a describir, rápidamente, las cosas más importantes que se pueden ver, según el plano de la Audioguía de Roma que llevábamos; es lo siguiente: 3. La piedad, obra maestra de Miguel Ángel; 6. Estatua de bronce de S. Pedro, conocida como El Pescador, del s. XIII; 7. El baldaquino de bronce de Bernini; 8. La tumba de S. Pedro; 9.Interior de la cúpula, decorada con mosaicos que parecen frescos; 11. Monumento de Clemente XI; 12. La Cátedra de S. Pedro; 13. Monumento de Pablo III; 14. Monumento de Urbano VIII; 17. Monumento de Inocencio VIII. Nada más entrar, a la derecha, encontramos La Piedad, de Miguel Ángel, una de las esculturas más famosas y perfectas que se han hecho. Estuvimos largo rato mirando la perfección de la obra. Despúes nos dirigimos, siguiendo el orden de nuestra audioguía Roma, la descripción de las diferentes capillas (León XIII, Reina Cristina de Suecia, los restos del Beato Juan Pablo II y los Papas Pío XI y Pío XII). En la parte de la izquierda se encuentran las capillas y enterramientos de Inocencio VIII, Benedicto XV, y León XI, entre otros).
En el Altar Mayor, en el centro de la Basílica se encuentra el impresionante baldaquino de Bernini; llama poderosamente la atención del visitante desde el mismo momento en que uno se introduce en la basílica. Las columnas salomónicas y el altar mayor como una imitación del tabernáculo, dan un aire majestuoso al baldaquino. Detrás, al fondo se encuentra La Cátedra de S. Pedro. Silla antigua que se supone utilizada por Pedro, pero en realidad es un regalo de Carlos el Calvo, y ha sido utilizada por muchos papas. Tiene encima el Espíritu Santo y está apoyada sobre los Doctores de la Iglesia. En el subsuelo o sótano de la Basílica de S. Pedro se encuentran las grutas vaticanas y, en ellas, justo debajo del altar mayor se halla la tumba de S. Pedro. Terminamos la visita a la Ciudad del Vaticano sentándonos tranquilamente en las escalinatas que rodean la plaza, terminando de admirar la grandiosidad de la Basílica de S. Pedro. Un bocata nos vino magníficamente, junto a un poco de agua para descansar antes de continuar nuestro camino, hacia el Castillo de Sant’ Ángelo. Pero eso estará en la 2ª parte de este día, agotador en todos los sentidos.

Cándido T. Lorite