jueves, 15 de abril de 2010

VIAJE A MADRID- FEBRERO DE 2008


Sé que un viaje de tres días en Madrid no da para mucho, pero aprovechando la fiesta de los andaluces, como somos nosotros, nos marchamos en el puente del Día de Andalucía a visitar Madrid y ver algunas de las muchas cosas que ofrece a los visitantes.
Nos alojamos en un hotel cercano al Parque del Retiro. Nos desplazamos desde Bailén en autobús y llegamos a la estación Sur, temprano, con tiempo para aprovechar el día. Dejamos las maletas en e lhotel y bajamos andando, aprovechando el tiempo fresquito de la mañana por la Avda. O’Donnell, quería que mi mujer tuviera una agradable y bonita visión de la Puerta de Alcalá, como así fue. Una vez que nos hicimos las fotos de rigor con la Puerta de Alcalá al fondo, nos dirigimos al metro, compramos nuestros billetes y nos dirigimos a nuestra primera visita: El Palacio Real o de Oriente, sito en la calle Bailén. Compramos las entradas y visitamos toda la parte del mismo que se puede visitar; eso sí, con una guía muy amable que nos fue indicando y explicando todas las estancias por donde pasábamos. Mi mujer, Paqui, quedó impresionada de la belleza de las habitaciones, salas y aposentos que visitábamos. No tanto yo, por conocerlo de anteriores visitas. Después estuvimos viendo la sala donde se encuentra La Real Armería, en el Patio de Armas del palacio de Oriente. Las fotos de rigor dejan constancia de nuestra visita a los lugares nombrados.
Al lado, aunque cerrada y no pudimos visitarla en su totalidad, la Catedral de La Almudena. Un paseo, andando, claro, hasta la Calle Mayor, donde en una cervecería nos tomamos un par de cervezas para paliar el cansancio y la sed de la mañana. Eso sí, para mi negra, que en ese lugar la “echan” sensacionalmente. A continuación marchamos hacia el hotel y, en sus cercanías, en un restaurante saciamos el hambre que acumulábamos ya. Una siesta reparadora y, vuelta a andar. Utilizando la cercanía del metro, nos plantamos en el centro de Madrid. Visitamos el Monasterio de las Descalzas Reales y la Iglesia de S. Ginés, mientras hacíamos tiempo para, más tarde desplazarnos hasta la calle Atocha para ver el musical de Nacho Cano, A, Agua. Sensacional. Todo un espectáculo. Algo lento al inicio del mismo pero espectacular en su segunda parte, donde no hay un mínimo respiro para el público. Al terminar nos apeteció un bocata y así lo hicimos; nos comimos uno cada uno con una cerveza y una coca-cola. Claro está lo que cada uno bebimos. Nos fuimos al hotel a descansar que al día siguiente nos esperaba otro día intenso.
Un sueño reparador, debido al cansancio, nos hizo levantarnos un “pelín” tarde; pero no fue óbice para hacer lo que teníamos pensado. Eso sí tuvimos que correr un poco porque teníamos programada la visita, con entrada comprada, al Museo del Prado. A pesar de todo tuvimos tiempo, como lo teníamos planificado de visitar el Retiro, antes del Museo. La tranquilidad del parque a esas horas de la mañana mereció la pena; se respiraba tranquilidad, paz, calma; en definitiva, algo que nos vino muy bien. La visión del Palacio de Cristal, sin nadie a su alrededor y pudiéndose hacer las fotos sin agobio mereció la pena. Después una pequeña parada en la Academia de la Lengua, esa que dice que “fija, pule y da esplendor” la Lengua Española, tan denostada en algunos lugares de nuestra nación. La visita al Museo del Prado fue increíble, maravillosa, sensacional. La primera visita de mi mujer y la no-sé-cuántas mía me hizo sentir un cicerone. Enseñaba a mi mujer, Paqui, la belleza de los cuadros de Velázquez, con esa luz que fue el inicio de la perspectiva en la pintura. Esas majas, vestida y desnuda, que no eran la Duquesa de Alba, la pintura negra, las desgracias de la guerra. Ese maravilloso cuadro de Los Fusilamientos del 3 de mayo.
El Españoleto, Ribera, Zurbarán, algo de la pintura flamenca y la visita al claustro de la Iglesia de los Jerónimos, que está situado en el interior del Museo, puso fin a una visita de más de 3 horas al Prado. Para próximas visitas quedarán otros pintores tanto españoles como extranjeros que ahora fueron imposibles de visitar, sino queríamos acabar ahítos de pintura y cansados al máximo. Una pequeña subida por la Carrera de S. Jerónimo y nos encontramos ante el Congreso de los Diputados, donde nos hicimos la foto de rigor delante de los famosos leones.
Un paseo con tranquilidad por el Paseo del Prado hacia la Plaza de Atocha, nos relajó y pudimos conversar acerca de todo lo que habíamos visto. Como siempre que visito Madrid, una visita a la Cuesta de Moyano para comprar algún libro antiguo o de ocasión, nos hizo acabar fatigados y sedientos. Unas cervezas en la calle del Doctor Drumen, al lado del Museo de Arte Reina Sofía, nos dejó algo más descansados. Después el metro al lado nos acercó hasta el hotel donde una reparadora comida en un restaurante cercano al mismo y una reparadora siesta, amortiguó los daños ocasionados en nuestro cuerpo de tanto caminar por Madrid.
La tarde-noche la dedicamos a visitar el centro de Madrid, la Gran Vía y como no podía ser menos, hacernos una foto con D. Quijote y Sancho Panza, a la vista de su creador, Miguel de Cervantes. El metro desde Plaza España nos trasladó hasta Atocha, dónde visitamos el Museo de Arte Reina Sofía. Visita obligada para todos los amantes del arte y los que visitan Madrid por cualquier otra cosa. Nos encontramos en el museo con una exposición monográfica del fotógrafo Alberto García Alix. Impactantes es lo menos que se puede decir de las fotografías que había expuestas en las salas.
Y amaneció el tercer día de nuestro viaje a Madrid y, como es lógico no podíamos despedirnos de la capital sin una visita al Madrid e los Austrias, aunque el día anterior nos habíamos dado una vuelta por la Plaza Mayor para verla de noche, iluminada y tomarnos alguna “cosilla” en un pequeño bar con fotos de Andalucía y con unas tapas magníficas.. Visitamos tranquilamente la Plaza mayor, admirando su belleza, y la cantidad de vacas de exposición que había y nos desplazamos hacia la Cava Baja por el Arco de Cuchilleros. Desde allí visitamos La Casa de la Plaza, la Basílica de S. Miguel, parte de las murallas romanas de la ciudad, la famosa Plaza de la Paja y, andando un poco más, la Real Basílica de S. Francisco el Grande. Eso hizo que nos desviáramos un poco del lugar dónde teníamos que terminar nuestra visita mañanera: El Rastro. Así que andando, andando, nos acercamos hasta la Plaza de Cascorro. El bullicio a esas horas de la mañana- ya eran las 11 de la mañana-, era extraordinario. El Rastro parecía un hormiguero, pero de gente que no paraba de subir y bajar, de atravesar calles, de entrar y salir de las casas, de hablar, gritar, con gente mercadeando toda clase de objetos. La imagen del Rastro en todo su esplendor. Apenas si podíamos movernos entre la barahúnda de gente que había; cansados de ver, preguntar y comprar, nos dirigimos hacia la Plaza Mayor, pero antes hicimos una parada en el Bar Posada de la Villa, donde una refrescante cerveza puso fin a nuestro viaje a Madrid. Cogimos el metro hasta el hotel y desde allí a la Estación Sur, donde acomodados en los asientos echamos un reparador sueño hasta la llegada a Bailén. Cansados pero contentos de nuestro viaje. Eso sí, de nuevo en nuestro hogar, dulce hogar.

Cándido T. Lorite