lunes, 5 de marzo de 2018

PARÍS, 2018







 PARIS

            Volvíamos mi mujer y yo de nuevo a París. Cuando aquí estuvimos allá por 2011, se nos quedaron algunas cosas por ver, otras por pasear tranquilamente y las más porque nos encantó la ciudad.
No voy a indicar ahora, otra vez, los teléfonos más importantes por si sucede alguna cosa. No es el momento, pues el que quiera verlos se ha de dirigir a la página de mi blog. Tan sencillo como poner mi nombre en internet, Cándido Lorite y le apareceráe el mismo.
Han pasado 7 años. Hemos visitado muchos países, ciudades y lugares del mundo. Siempre he salido de casa en mi coche y he vuelto en él. Esta vez por un problema que tuve la última vez que viajamos en avión, hacia Bruselas y, los coches no me dejaron pasar al carril correspondiente para tomar la salida correcta a la terminal 2, (tenían todos mucha prisa), me tuve que desplazar hasta la terminal 4 y volver sobre mis pasos. Un desastre. En ese momento decidí que cuando tuviera que coger un avión en Barajas para ir a otro país o ciudad española, lo haría en taxi y viajando en AVE desde Córdoba. Los años no pasan en balde y los nervios no sufren.

Llegamos al aeropuerto de Madrid hacia las 6 de la mañana, pues el vuelo salía a las 7'15 de la mañana. Air Europa tiene, siempre, la entrada en el lugar más alejado de cualquier aeropuerto, así que por poco llegamos a tiempo de embarcar. Entre sacar la tarjeta de embarque, pasar el filtro de seguridad, tremendo últimamente, y llegar a la puerta de embarque, tardamos casi una hora. Ya digo un poco más y nos tienen que nombrar por los altavoces del aeropuerto.
Llegamos a Paris en tiempo y hora y nos dirigimos hacia al hotel Carlton, en Montmartre. Un lugar que queríamos conocer despacio porque en nuestra primera visita sólo vimos el Sagrado Corazón y poco más. Hasta las 14 horas no  teníamos la entrada en el hotel, así que decidimos dar un paseo por la zona, comprar algunas cosas, necesarias en un súper al lado del hotel y tomar nuestra habitación. Séptimo piso y unas visas al Sagrado Corazón, impresionantes. Comimos tranquilamente en un bar cerca de Pigalle y descansamos un poco.
Hacia las 4 de la tarde, andando, nos desplazamos por la zona de Pigalle, (vaya un barrio dejado de la mano del gobierno parísino), donde abundan los sex shop,
las casas y los teatros de chicas "picantes" y una caterva de elementos de todas las razas, a cual más raro. Llegamos a la zona de Blanche, donde se encuentra el Molino Rojo, famoso en todo el mundo. Aún no había exceso de turistas y pudimos hacernos una amplitud grande fotos del mismo, desde todos los ángulos. Cuando se produjo una pelea cercana a la salida del metro, decidimos iniciar nuestro paseo por el barrio de Montmartre.
Subimos por rue Lepic, una calle muy conocida por haberse rodado en ella muchos fragmentos de la película Amelie,

como un restaurante, una frutería, etc. La calle es bastante empinada, pero con calma se puede subir bien. Fotografiamos el restaurante y seguimos hacia la parte superior, donde se divide en dos la rue Lepic.
Giramos a la izquierda paa ver la casa de Van Gogh, en vez de subir por la rue Tolouzé hasta Lepic, demasiada empinada y con mucha gente. Lo hicimos más tranquilamente, paseando y agarrados del brazo. Sin prisas pero sin pausa. En el cruce de las dos calles nos encontramos con un molino, antiguo, muy bien conservado, de Gallante, creo se llama, ya lo veré en las fotos, situado en el lugar del Mire du Nord,
un espacio muy cuidado y bonito. Seguimos hacia arriba y llegamos hasta un monumento que no conocimos ni vimos en la anterior visita, las prisas, en la Plaza de Jean Baptiste Clement, llamado la Commanderie du Clos Montmartre. Dejo constancia del mismo.
Es un curioso edificio neorrenacentista octogonal que data de 1835, rodeado por un jardín plantado de vides donde se encuentra el augusto Commaderie du Clos Montmartre. Creada el 23 de mayo de 1983 gestiona la rue Sant Vicent y la rue des Saules, una superficie plantada de 1556 m2 de diferentes clases de uvas que producen 1700 botellas de 50 cl. Una pequeña historia del edificio.
En esta misma plaza se encuentra el Espacio de Dalí, Attelier, un museo interesante pero a un precio prohibitivo, 11 euros. Está abierto de 10 a 18 horas.
Seguimos hacia la Place du Tertre, pero antes hicimos una parada en Le Consulat, El Consulado. Llamado asó por haber sido la sede del Consulado de Saboya, cuando er parte de una Italia aún por unificar. Todo un edificio emblemático de Montmartre.
En la calle de la izquierda, menos transitada que la la de la derecha se encuentra un mural con el nombre de cuatro grandes pintores que hicieron o tuvieron vida en esta zona, a saber:
Picasso, Toulousse-Lautrec          y una inscripción que explica el origen de este bar restaurante en la actualidad.
Seguimos por la rue Norvin hasta desembocar a la Place du Tertre o Plaza del Teatro o Plaza de los Artistas. De todas estas maneras es conocida esta plaza, famosa en todo el mundo. Los pintores, todos ellos poco conocidos, jóvenes, menos jóvenes y ancianos, pintan a al aire libre o hacen caricaturas o dibujos a toda persona que se lo pida. Venden, lógicamente sus telas de pintura a precios que pueden parecer prohibitivos para muchos, pero no para ellos, lógicamente. Si no vas a comprar nada, mira, fotografía y no preguntes.



La plaza es coqueta, pequeña, variopinta, diversa, mezcla de todas las culturas del mundo entero. Se hablan todos los idiomas imaginables y en todos son entendidos los compradores y los vendedores. Si quieres admirarla tranquilamente en ese ir y venir continuo, siéntate en uno de los bares y observa. Eso sí, no te quejes del precio de lo que tomas. Merece la pena hacerlo. Y una satisfacción para los sentidos la observación de la gente, mirando, hablando, haciendo fotos de todas las maneras imaginables. Como queriendo llevarse el alma de la plaza en una foto o en un video. Algo totalmente imposible. Muchas fotos le hice y dije de volver cuando hubiera menos gente. Lo hice el miércoles 21 por la mañana, cuando aún la plaza está tranquila, con los artistas llegando  a sus puestos de trabajo. Una delicia.

Dejamos la plaza y nos encontramos de frente con San Pedro de Montmarte. Demasiada gente dentro, así que decidimos verla el último día por la mañana, tranquilamente. Bajamos por rue Azais y nos encontramos con el Parque Nadar.
La entrada al Sagrado Corazón o Sacre Coeur era un hervidero de gente, tan grande que decidimos dejarlo para el último día. Así lo hicimos y lo disfrutamos bastante más. Cogimos el funicular y, a pie, tranquilos y despacio nos dirigimos hacia el hotel. No sin antes pasar por la iglesia de San Juan de Montmartre, a visitar igualmente el último día. Su ubicación era perfecta para terminar de ver Montmartre. Bajamos hasta Pigalle y despacio, pues ya habíamos andado más de 11 km nos dirigimos hacia el hotel. Eran las 8'30 y nos tomamos una cerveza, tranquilamente en el bar de los Artistas, al lado del Hotel. La cena la hicimos en el hotel, tranquilamente, viendo la televisión en 24 horas o en la 1. Era la única que podíamos sintonizar.
El día había sido bastante provechoso y estábamos muy cansados. Ducha y cama. Hasta mañana. Íbamos a Versalles.

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