LA ESCLUSA DE ESNA
Fascinante hasta este momento era la
palabra que salía de nuestras bocas, cuando hablábamos sobre los monumentos que
habíamos visto y visitado. Se quedaban atrás cosas que pensábamos que otras iguales
no íbamos a ver. Craso error.
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La presa con la esclusa de Esna |
Lo primero que nos encontramos,
después de una mañana de navegación, fue la esclusa de Esna. La esclusa es paso
obligado para todos los cruceros del Nilo, pues hay que salvar un desnivel de
unos diez metros. Un mecanismo de subida-bajada, que tarda aproximadamente unos
35 minutos en realizarse. Si llegas el primero no has de hacer cola y es
realmente interesante observar cómo se produce el paso.
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Imagen de los vendedores desde camarote |
Pero lo realmente
divertido es el “mercadillo” que se realiza a través de los vendedores y los
pasajeros de los barcos. Estábamos en el camarote, descansando y disfrutando de
las maravillosas vistas que hay a través de sus enormes ventanas, cuando
empezamos a oír, en medio del Nilo, unas voces que nos llamaron la atención.
“Hola, amigos”, ”Hola María”. Dichas en un español realmente bueno. Nos
asomamos al exterior, abriendo un poco el ventanal, pues el barco iba a una
velocidad buena, y nos encontramos con barcas, atadas a los laterales del
barco, tripuladas por dos personas que te vendían todo lo imaginable. Toallas,
chilabas, manteles, camisas, camisetas, fulags, velos, de todo. Increíble.
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Vendedores en sus barcas |
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Equilibrio sobre las barcas para vender |
Cuando llegamos a la esclusa y el
barco tuvo que entrar en ella, “una legión” de vendedores te tiraba toda clase
de artículos a la cubierta superior del barco, te indicaban que los miraras,
que los dejaras a los demás, y entre “regateos” realmente dignos de una escena
de película, la gente se quedaba con prendas. El dinero se metía en el interior
de una bolsa y se le tiraba al exterior al vendedor. No piense el lector de
este blog que estoy hablando de diez o quince “vendedores”. Estoy hablando de,
al menos, un centenar de ellos, Cada uno diciendo y vendiendo su mercancía. Un
guirigay estremecedor. Todos querían vender y pocos querían comprar. Un ir y
venir de prendas por encima de nuestras cabezas. Esa noche, en el barco, se
celebraba la fiesta de las chilabas. Todos aquellos que habían comprado alguna,
se la ponían y a bailar y disfrutar del crucero.
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Atardecer en el río Nilo |
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La ciudad de Esna al atardecer |
La esclusa de Esna es un lugar que
siempre queda en el recuerdo con las anécdotas que surgen entre vendedores y
compradores, un mercadillo andante, con unos regateos sensacionales. Queda para
siempre marcado en el recuerdo del viaje, porque aunque te lo han dicho, es
totalmente inesperado y diferente en cada ocasión.
Pasada la esclusa y atracado el
barco, nos bajamos y nos dispusimos a ver el Templo de Horus.
Cándido T. Lorite
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