lunes, 6 de octubre de 2014

LA ESCLUSA DE ESNA. 2º DÍA

LA ESCLUSA DE ESNA
            Fascinante hasta este momento era la palabra que salía de nuestras bocas, cuando hablábamos sobre los monumentos que habíamos visto y visitado. Se quedaban atrás cosas que pensábamos que otras iguales no íbamos a ver. Craso error.
         
La presa con la esclusa de Esna
   Lo primero que nos encontramos, después de una mañana de navegación, fue la esclusa de Esna. La esclusa es paso obligado para todos los cruceros del Nilo, pues hay que salvar un desnivel de unos diez metros. Un mecanismo de subida-bajada, que tarda aproximadamente unos 35 minutos en realizarse. Si llegas el primero no has de hacer cola y es realmente interesante observar cómo se produce el paso.
Imagen de los vendedores desde camarote
Pero lo realmente divertido es el “mercadillo” que se realiza a través de los vendedores y los pasajeros de los barcos. Estábamos en el camarote, descansando y disfrutando de las maravillosas vistas que hay a través de sus enormes ventanas, cuando empezamos a oír, en medio del Nilo, unas voces que nos llamaron la atención. “Hola, amigos”, ”Hola María”. Dichas en un español realmente bueno. Nos asomamos al exterior, abriendo un poco el ventanal, pues el barco iba a una velocidad buena, y nos encontramos con barcas, atadas a los laterales del barco, tripuladas por dos personas que te vendían todo lo imaginable. Toallas, chilabas, manteles, camisas, camisetas, fulags, velos, de todo. Increíble.
           
Vendedores en sus barcas

Equilibrio sobre las barcas para vender
Cuando llegamos a la esclusa y el barco tuvo que entrar en ella, “una legión” de vendedores te tiraba toda clase de artículos a la cubierta superior del barco, te indicaban que los miraras, que los dejaras a los demás, y entre “regateos” realmente dignos de una escena de película, la gente se quedaba con prendas. El dinero se metía en el interior de una bolsa y se le tiraba al exterior al vendedor. No piense el lector de este blog que estoy hablando de diez o quince “vendedores”. Estoy hablando de, al menos, un centenar de ellos, Cada uno diciendo y vendiendo su mercancía. Un guirigay estremecedor. Todos querían vender y pocos querían comprar. Un ir y venir de prendas por encima de nuestras cabezas. Esa noche, en el barco, se celebraba la fiesta de las chilabas. Todos aquellos que habían comprado alguna, se la ponían y a bailar y disfrutar del crucero.
Atardecer en el río Nilo

La ciudad de Esna al atardecer

            La esclusa de Esna es un lugar que siempre queda en el recuerdo con las anécdotas que surgen entre vendedores y compradores, un mercadillo andante, con unos regateos sensacionales. Queda para siempre marcado en el recuerdo del viaje, porque aunque te lo han dicho, es totalmente inesperado y diferente en cada ocasión.

            Pasada la esclusa y atracado el barco, nos bajamos y nos dispusimos a ver el Templo de Horus.

Cándido T. Lorite

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