jueves, 16 de octubre de 2014

ABU SIMBEL. 3º DÍA. VIAJE AL NILO Y EL CAIRO

El sol en sus manos, al amanecer

Abu Simbel

Templo de Nefertari





Acabamos el segundo día cansados, pero nos acostamos pronto. La razón era que íbamos a darnos un “madrugón”. Nos levantamos a las 3 de la madrugada. Merecía la pena. Íbamos a ver el Templo de Abu Simbel. Situado muy cerca de la frontera con Sudán. Por este motivo, las medidas de seguridad fueron por primera vez en todo el viaje, abrumadoras. No nos molestaron a los turistas, pero los guías era un continuo subir y bajar del autobús con los nombres de las personas que estábamos en el interior. Hicieron, al menos, seis controles, pero los que estábamos dentro del autobús lo considerábamos lógico. Nos adentrábamos en el desierto para ver un templo legendario, y teníamos que ir en caravana.
           
Descanso en el desierto

Jugando con el sol.
El viaje dura aproximadamente unas 3’30 horas y, en el de ida, vimos amanecer. Nos bajamos del autobús, comimos alguna cosa del picnic de desayuno que nos habían puesto, hicimos, como pudimos, nuestras necesidades y nos hicimos algunas fotos. Yo ya había visto amanecer en el desierto, pero verlo en compañía de Paqui fue diferente, muy diferente. Ver como la luz del sol se abre paso, poco a poco, entre las miles de estrellas que se veían en el cielo, fue un espectáculo que a todos, sin excepción, nos dejó impresionados.
Impresionante Abu Simbel

Poco turismo en Abu Simbel

            Cuando llegamos, nos bajamos del autobús, entramos en los servicios, nos lavamos la cara y las manos, hicimos acopio de paciencia, de mucha paciencia, para esquivar a las decenas de vendedores que, como de costumbre, te vendían o lo intentaban, cualquier cosa. Nos dieron la entrada, nos pusimos a andar y a la vuelta de un recodo en el camino, vislumbramos la impresionante mole del Templo de Abu Simbel.
            ¿Describirlo? Ahora después lo haré, y para eso está también internet, la wikipedia y veinte mil páginas sobre el templo, su historia y como lo trasladaron de un lugar a otro, debido a la construcción de la presa de Asuám. A mí, y a Paqui, lo que nos produjo una impresión sensacional fue el ver el templo a la luz del sol. Un tono rojizo, propio de las arenas del desierto cuando les da el sol de lleno.
Color según el sol

Más claro, a la misma hora.
Pero al mismo tiempo, cálido, acogedor. Como diciendo:”Aquí estoy, llevaba miles de años esperando vuestra llegada”. Nos acogió sentadas ambas figuras, como cansadas del tiempo de espera. Y es lo mismo que hicimos nosotros cuando lo vimos de cerca. Sentarnos. Admirar la belleza que se desprendía de sus piedras. Uno grande  y, otro pequeño, el de Nefertari. Si uno impresiona por su grandiosidad, el otro lo hace por su menudez, en comparación, pero no menos por su belleza.
            Conocido como el “Templo de Riamsese-;eryanum”, fue construido por Ramsés II, a principios de su reinado, terminándose bien avanzado el mismo. El lugar donde se encontraba fue descubierto por Burckhard en 1813, pues estaba totalmente cubierto de arena. Es una gran suerte puyes de esa manera se han conservado todas las pinturas y estatuas de su interior. Entre los años 1964 y 1968 fue desmontado  y trasladado de su emplazamiento original, unos 210 metros más allá del río y 65 metros más arriba, para evitar que quedara sepultado bajo las aguas de la enorme presa de Asuán, que se estaba construyendo por esa época. Fue mediante un concurso y colaboración de la UNESCO y muchos países, entre ellos España. Como agradecimiento por este gesto, Egipto regaló a España el Templo de Debob que se encuentra en la montaña del Príncipe Pio, cerca del palacio Real.
           
Abu Simbel
El templo tiene un pórtico y un atrio que lleva a una terraza. Aquí se encuentra la impresionante fachada, excavada en roca, de 35 metros de anchura por 30 metros de altura y los famosos 4 colosos sedntes de Ramsés II y Nefertari, de 22 metros de altura. Entre sus piernas se encuentran esculturas que representan a sus parientes. La construcción fue hecha de tal manera que dos veces al año, cuando el sol salía por el horizonte, sus rrayos penetraban por la puerta y atravesaban la sal de ocho columnas, la segunda sala, el vestíbulo y el santuario e iluminaba las tres estatuas que se encontraban en su interior, porque la cuarta, el dios de las tinieblas, no quedaba iluminado.
            La fachada
           



Los colosos de la fachada representan a Ramsés II con el nemes, la doble corona de las Dos Tierras. El Alto y el Bajo Egipto, la barba postiza que simbolizaba que el faraón estaba vivo, el collar y un pectoral grabado con el nombre de la coronación; asimismo se encuentra Nefertari, a la misma altura que el faraón, una gentileza del mismo por estar situado el templo en el lugar de nacimiento de la reina. Normalmente la reina tenía menor altura que el faraón. A cada uno de los cuatro colosos se encuentran representados familiares directos del faraón:
Coloso I, izquierda
Coloso II, a la derecha
            El coloso I, del lado izquierdo según se mira de frente, tiene la representación de la reina Nefertari, en la pierna izquierda del faraón, Tuya, madre de Ramsés II en la derecha y el prícipe Amonhorjepeshef en el centro.
Coloso II, izquierda
            El coloso II, se encuentra las princesas Bentata, Nebettauy y otra que posiblemente representa a Senefra.
Coloso I, a la derecha
            El coloso I, del lado derecho mirando de frente está la reina Nefertari, la princesa Beketmut en la izquierda y el príncipe Riamsese en el centro.
            El coloso II del lado derecho la princesa Nerytamun, la reina madre Tuya y Nefertari.
            En la parte derecha de la fachada e encuentra la capilla septentrional, dedicada al culto al sol. Es un pequeño recinto a cielo abierto que tiene dos pedestales en los que se encontraban las imágenes de dioses que ahora están en el Museo de Arte Egipcio en El Cairo y una representación de la barca solar con un sacrificio del faraón a Ra-Horajti. En el lado meridional o izquierdo, en su parte sur, se encuentra la capilla  excavada en la roca. Se trata de una pequeña capilla de 4’40x 7.17 metros, con una altura de 3.90 metros dedicada a Thot.

            Entramos por la puerta y nos encontramos con la sala hipóstila, enorme y grandiosa. 18 metros de larga y 16 de ancha, con ocho pilares osiríacos, con ocho colosos, cuatro a cada lado, que representan a Osiris con los rasgos de Ramsés II. Los de la derecha llevan la corona Paschent (doble corona de la unificación) y los de la izquierda las coronas del Alto Egipto. Miden unos 10 metros de altos.
Ocho estatuas de Ramsés II, divinizado como Osiris
La decoración del techo son pinturas de la diosa Nejbet con los textos reales  y las alas desplegadas.
Batalla de Qadets

Ofrendas

Ramsés II, divinizado
Las paredes tienen, de izquierda a derecha, según se entra: inmolación de prisioneros y cortejo de príncipes, escenas de batallas en Siria, Libia y Nubia, con ofrendas, y prisioneros a Ra-Harmajis Y Ramsés II divinizado, la batalla de Qadesh e inmolaciones de príncipes y princesas.
           
Añadir leyenda

Ofrendas

Varios dioses
A la derecha hay cuatro salas o cámaras laterales, con los techos estrellados y diferentes grabados. La segunda sala hipóstila tiene cuatro pilares cuadrados con escenas del rey abrazado por diferentes divinidades. Tiene 11 metros de larga y 7.7 metros de ancha, y lleva a través de tres puertas a la sala de ofrendas, de 3.30 metros de larga, decorada con escenas de ofrendas. Tras ésta se encuentra el santuario, al que se accede por otras tres puertas alineadas con las anteriores.
Ptah, Amon-Ra,Ramsés II divvinizado, Ra-Horajti
La central conduce al santa sanctorum con 4 estatuas, talladas en la roca que representan, de izquierda a derecha según se miran, a Ptah, Amon-Ra, Ramsés II divinizado y Ra- Horajti. Cuando se produce la entrada del sol la estatua de Ptah queda en sombra, pues es el dios de las tinieblas.
         
Imagen de Abu Simbel

Ramsés II, con la doble corona

El dios dando la vida a Ramsés II
   Una pequeña explicación sobre el impresionante monumento que acabábamos de ver. No me pregunten cómo he hecho las fotos. Es secreto de estado. Pero sí puedo decir que están hechas lo mismo que las del Valle de los Reyes. Hay varios vigilantes. Por lo que el flash es imposible usarlo. Se han de hacer sin flash y con “el permiso” de los vigilantes. ¿Cómo se consigue este “permiso especial”? Los lectores son suficientemente inteligentes para saberlo. Eso sí, hay que ser generosos.
          
Ofrenda

Sacrificio de princesas

"Atributo" de Ramsés II
  Salimos el templo con la boca abierta, literalmente hablando. Lo que habíamos visto nos había dejado sin palabras para describirlo. Debido a que habían estado tantos siglos tapados por la arena, las pinturas, estatuas, etc, apenas habían sufrido deterioro alguno y estaba todo realmente magnífico. Dejo suficientes fotos de su interior para disfrute de todo el que quiera verlas.
           
Inscripciones de esclavos a la salida o entrada

Izquierda de Abu Simbel. Entrada al templo
Al lado de este impresionante templo se encuentra otro, más pequeño, pero no menos bonito que el anterior. Se trata del Templo de Nefertari o también Templo de Hathor, fue construido bajo el faraón Ramsés II, su marido, entre los años 1284 y 1264 a. de C. Se suponía que Nefertari era una princesa Nubia, por eso cuando se construye el complejo de Abu Simbel el faraón Ramsés II, en deferencia a su esposa la hizo en escultura a la misma altura que él. Un hecho insólito.
           
Abu Simbel desde Nefertari

Templo de Hathor o Nefertari
El templo estuvo abandonado durante siglos hasta que el suizo Burckhardt lo descubre en 1813. Lo comunica en Europa y vuelve en 1817, llevándose con él cuántos objetos y figuras pudo transportar. Está tallado en la roca y tiene seis figuras en la fachada. Empezando de izquierda a derecha según se mira de frente son las siguientes:
Tres figuras de la izquierda
1. Ramsés II con la Corona del Alto Egipto y barba postiza.
2. Nefertari con atributos de la diosa Hathor, disco solar entre dos altas plumas y cuernos de vaca.
3. Ramsés II con la Corona Blanca del Alta Egipto, con barba postiza.
Tres figuras de la derecha
4. Ramsés II con la doble corona y barba postiza.
5. Nefertari con atributos de la diosa Hathor, disco solar entre dos altas plumas y cuernos de vaca.
6. Ramsés II, con el nemes, la corona atef, con barba postiza.
            Están situadas en grupos de tres a cada lado del templo y dentro de hornacinas. Todas del mismo tamaño, unos 10 metros de altura.
            La entrada conduce a la sala hipóstila, con seis columnas centrales, con capiteles decorados con la cabeza de la diosa Hathor e inscripciones con historias del rey y de la reina y las fórmulas de adoración a las diosas Mut, Isis, Satis, Hathor,  Anukis y Urethakau.
           
Vista frontal del Templo de hATHOR

Delante del Templo de Hathor
El templo está dedicado a Hathor, diosa del amor y de la belleza, así como a su esposa favorita Nefertari. La dedicatoria que se encuentra en la entrada del templo, lleno de imágenes de Nefertari y de sus hijos, es suficiente para comprobar el amor que sentía el faraón por su esposa: “…Una obra perteneciente por toda la eternidad a la Gran Esposa Real Nefertari-Merienmut, por la que brilla el sol”.
Nefertari

            La visita había durado, aproximadamente, dos horas y media. Poco tiempo, pero la caravana de autobuses tenía que volver por el desierto hacia Asuán. A la vuelta más de uno en el autobús dijo que miráramos por la ventana que estaba viendo un lago a lo lejos. Lo que había era un desierto como un pino de grande. Y lo que veía era un espejismo. Tendría sed, así que le dimos agua, se echó a dormir y cuando despertó ya estaba cerca del destino. Suerte para él porque el viaje se hizo realmente pesado.
            A pesar de todo, de las 7 horas de viaje, ida y vuelta, del madrugón- nos levantaron a las 3 de la madrugada-, el viaje a Abu Simbel mereció la pena. Preguntado si volvería a hacerlo al día siguiente, contesté sin dudarlo: Sí. Había merecido la pena esperar casi cincuenta años para ver ese templo que de joven me impresionó; sobre todo en la forma de salvarlo de las aguas, como un Moisés moderno. Había merecido la pena. Comimos, descansamos un poco y nos dispusimos a seguir las excursiones por la tarde.
            Cándido T. lorite

            

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