Era nuestro último día
en Praga y teníamos que aprovecharlo. Recorrer de nuevo aquellos lugares que
nos habían impactado. Hacernos las últimas fotos en lugares que habíamos visto
pero que, por frío o por ir hablando no habíamos podido hacérnoslas. Comprar,
tranquilamente los regalos para los hijos, los amigos y las amigas. En
definitiva aquellas cosas que se hacen el último día en el lugar que se visita.
Para que no se nos olvide el último detalle de aquel monumento, aquella plaza o
aquel lugar que vimos pero lo hicimos de pasada y ahora queríamos verlo de
nuevo.
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Mercado de Havel. Praga |
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Casa Blue en Malé namestí. Praga |
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Casa Blue en Malé namestí. Praga |
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Ante Carlos IV.Praga |
Nos levantamos con tranquilidad. La maleta
estaba hecha del día anterior y desayunamos bien fuerte. Nos pusimos en marcha,
como de costumbre, por la calle Na Poricí, hasta la Plaza de la República y de
aquí nos fuimos por la calle Na Prikopé,
hasta la esquina con Wenceslas Square, subimos hasta la calle Havelská y nos
encontramos, porque ya lo habíamos visto, el Mercado de Havel. Es uno de los
más antiguos de la ciudad y está abierto los domingos desde las 8 de la mañana
hasta las 6 de la tarde. Los demás días en un horario más o menos parecido.
Tenía de todo y aquí compramos algunas cosas para las amigas y compañeras de
trabajo de mi mujer. Callejeando llegamos hasta la calle Karlova. El río de
gente era muy grande a esas horas del día. En la esquina de esta calle con
Jilská encontramos un lugar de compras, Blue, muy interesante. Allí hicimos
algunas de ellas para los hijos y las novias. También para mi mujer, Paqui. Más
adelante cerca del Clementinum, en la calle Karlova, encontramos un
establecimiento que estaba quitando las cosas, vamos que cerraba y lo tenía
todo al 50%. Y además era cierto. Allí compramos cristal de bohemia para la
casa, de recuerdo. Y las cosas que quedaban. Echamos el cierre de las compras.
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Casa UNameli. Inicio calle Karlova. Praga |
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Con la catedral de S. Vito al fondo. Praga |
Seguimos andando y llegamos, ¡cómo no!, al
Puente de Carlos. Terminamos de hacernos las fotos que nos quedaban. Corría un
aire frío que cortaba el cutis, que decimos por esta tierra. No bastante la
gente iba y venía como si tal cosa. Eso sí, muy abrigada, pues si el día
anterior nevó, hoy abrió el cielo al mediodía y ¡que frío!
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Ante el reloj astronómico. Praga |
Volvimos, andando, con tranquilidad, sobre
nuestros pasos a la Plaza de la Ciudad Vieja. Allí vimos el espectáculo montado
por la gente para atraer dinero extra. La gente era un hervidero. Además nos
dimos cuenta de una cosa. Nos faltaba un elemento por comprar. Chocolate. Los
hijos, sobre todo Diego, había insistido en ello y Paqui no y los demás no son
ajenos al chocolate. Así que nos dirigimos hacia el Museo del Chocolate, sito
en la calle Celetná y compramos algunas “chucherías”.
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Aeropuerto Vaclav Havel. Praga |
Llegamos al hotel, comimos, descansamos un
poco y esperamos la llegada del coche que nos llevaría hasta el aeropuerto de
Praga, el Vaclav Havel. El avión de Iberia llegó con media hora de retraso que
unida a las dos horas obligatorias de estancia anterior, hicieron la espera del
vuelo muy cansina. Menos mal que llevábamos
prensa y pudimos leer y descansar.
La vista de Berna y Lyon desde el aire fue
impresionante con las luces encendidas. Llegamos a Madrid hacia las 12’30 de la
madrugada del lunes y a Bailén, en coche y con tranquilidad, hacia las 4 de la
madrugada. Estábamos en nuestro hogar, dulce hogar. El viaje había merecido la
pena.
Cándido T. Lorite
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