Temprano. Bien temprano nos
levantamos. Acababan de abrir el comedor para el desayuno. Eran las 6 de la
mañana. Amanecía un día maravilloso y las pirámides nos despedían desde la
habitación. Habían sido 7 magníficos días desde nuestra salida de Madrid.
Desayunamos muy bien, pues hasta el avión poco íbamos a poder tomar. Algún
aperitivo en el aeropuerto y poco más
hasta el avión.
Amaneciendo en las pirámides |
Nos recogió el autobús con todos los
compañeros que habíamos estado en esa semana por el Nilo y El Cairo. Unos en un
hotel otros en otro diferente, pero a la hora de las excursiones, todos a las
mismas. Mena, nuestro guía, muy amable, nos llevó hasta la misma puerta de
embarque y aquí empezaron las anécdotas propias de cada viaje. Aparte de las
vividas del ”regateo” continuo y constante para comprar cualquier cosa,
incluida el agua. Que agobio, en algunos momentos angustia de tener que decir
continuamente que no, quitándonos a los vendedores como el que se quita las
moscas en el verano.
Aeropuerto de El Cairo |
Pasamos el primer cinturón de
seguridad. Sacamos nuestras tarjetas de embarque, dejamos las maletas y nos
dispusimos a pasar el segundo cinturón de seguridad. Unos por un lugar, otros
por diferente. En el de algunos de grupo, hubo problemas porque una mujer
llevaba la cara tapada y sólo se le veían los ojos- un niqab- y el guardia de
seguridad y la chica que veía los visados de entrada, le dijeron que tenía que vérsele
la cara. El marido puso el grito en el cielo. Llegaron más guardias y, al
final, la chica se levantó el velo para que se le viera la cara. Un episodio
que nos gustaría que aquí en España no sucediera y que ya está empezando a
suceder. Allí no se lo consienten y aquí, sí. Malamente vamos, autoridades.
Volando con Egyptair |
Nos sentamos ya en el interior de
aeropuerto, con todos los controles pasados y nos sentamos en un bar a tomarnos
un café, tranquilamente. ¿Tranquilamente? Les pedimos el café y hablando no nos
dimos cuenta de cómo los camareros iban sirviendo a otros clientes que habían
llegado después que nosotros. Uno de los que sabía inglés se encaró con ellos
y, al cabo de un buen rato, nos pusieron los cafés, y las bebidas solicitadas.
Hicimos tiempo viendo las tiendas y
comprando algunas cosas que siempre quedan para el final y, sobre todo, para
gastar las últimas LE que nos quedaban en el bolsillo. No las queríamos para
nada; en todo caso, para guardarlas de recuerdo. Nos montamos en el avión. Nos
echamos una siestecita, nos pusieron de comer, una comida sosa. Menos mal que
llevaba en el interior del bolso algo diferente y llegamos a Madrid.
Terminal 1 de Madrid- Barajas |
Nos despedimos de los compañeros de
viaje. Cogimos nuestro coche que nos estaba aguardando en la salida de la
terminal 1 y poquito a poquito, sin prisas pero sin pausas llegamos a Bailén. Un
increíble viaje habíamos hecho, conocido lugares sensacionales, gente buena y
amable, como nuestros guías, Rabeh Hares, Mena y Ali. Gracias a ellos hemos
conocido una época de la historia de la antigüedad maravillosa. Un Egipto que
nos impresionó desde el primer momento. Que ha dejado en nosotros huella
imperecedera y que siempre recomendaremos a nuestros amigos y conocidos para
que lo visiten. Sin problema alguno de seguridad o temor.
A última hora de la tarde- noche
estábamos en casa, en Bailén. Habíamos llegado a nuestro hogar, dulce hogar.
Cándido T. Lorite
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