viernes, 3 de diciembre de 2010

CAMPOS ELÍSEOS, CONCORDE, ÓPERA


Después de desayunar para coger fuerzas nos desplazamos en metro hasta Franklin D. Roosevelt, una estación de metro, situada en la línea 1 y con parada en Los Campos Elíseos. La mañana era fresca pero se agradecía, en contraposición con el calor humano del metro. Cuando salimos a la calle y nos encontramos con esa inmensa avenida, la impresión, primera, de nuestra visita a París no pudo ser mejor; por un lado El Arco del Triunfo y al otro, El Obelisco y la Pirámide del Louvre, todo en perfecta armonía. Colocados en medio de Los Campos Elíseos nos dimos cuenta de la perfecta línea recta que forman los tres componentes antes citados. Uno está en el interior del otro. Cuando los visitamos más despacio nos dimos perfecta cuenta de lo que estoy diciendo.
Las tiendas a un lado y otro de Los Campos Elíseos son de una alta calidad, tanto en el fondo como en la forma. Están todos los que tienen que estar. Las tiendas de joyería las encontraremos entre Ópera y Plaza Vendôme; no falta ninguna. Aquí, en esta avenida, nos empezamos a dar cuenta de un detalle realmente impresionante: Ninguno de los edificios tiene más de seis pisos de altura. Lo prohíben las ordenanzas municipales. Magnífico.
Dispuestos a andar por esa avenida nos dirigimos hacia la Plaza Concorde, pero antes a la altura del metro Clemenceau empezamos a disparar nuestras cámaras y vídeos. Había que fotografiar los edificios del Grand Palais y Petit Palais y el Puente de Alejandro III. Los primeros fueron construidos para albergar el Arte Francés de la Exposición Internacional de 1900, celebrada en París. En arte denominado ecléctico ambos edificios, han sufrido diversas restauraciones y usos. En el momento de nuestra visita había una Exposición de Renoir, con la gran mayoría de sus obras. Magnífica es la palabra que sirve para describirla. El Puente de Alejandro III une la explanada de Los Inválidos con ambos palacios descritos anteriormente. Es un puente dedicado al Zar Alejandro III en memoria de la alianza franco-rusa entre el zar y el presidente francés Marie François Saudi Carnot. Es el más largo de los que cruzan el Sena. Y de una gran belleza.
Continuamos nuestra callejeo y nos dirigimos a la calle Faubourg Saint-Honoré, donde nos encontramos con el edificio de la residencia del presidente de Francia, El Palacio del Elíseo, edificio del siglo XVIII, residencia de Madame Pompadour, requisada en la Revolución Francesa, es actualmente la residencia del presidente francés. En estos momentos, Sarkozy y su mujer Carla Bruni.
Poco a poco nos íbamos acercando a la Plaza Concorde, llamada al principio Plaza del Rey Luis Luis XV y construida por Gabriel, arquitecto real a partir de 1758, para unir Las Tullerías y Los Campos Elíseos. Durante la Revolución Francesa la plaza es lugar obligado de paso para todos los cortejos y fiestas, organizados o no. Allí fueron ajusticiados a la guillotina Luis XVI y María Antonieta, trasladados de la Conciergerie, cárcel en aquella época. La estatua que había de Luis XV es derribada y fundida y se rebautiza como “Plaza de la Revolución”. Con el fin de la época del Terror la plaza se llamará de la Concordia, nombre que tiene hasta nuestros días.
En el centro de la plaza se encuentra un obelisco donado a Francia por el valí de Egipto Mehemet Alí, a su amigo Jean-François Champollion. Le ofreció los dos obeliscos que había en el templo de Luxor pero se decidió por el más gastado y deteriorado. Se decidió colocarlo en esta plaza para que nadie, en futuras rencillas tuviera en cuenta un monumento que no representaba a ningún francés y no pudiera ser destruido por ese motivo. Está hecho en granito rosa de la presa de Asuan, mide 23 metros de alto y pesa 230 toneladas. Se erigió en el centro de la plaza el 25 de octubre de 1836 por Luis Felipe I de Francia. En el momento en que se colocaba de pie la familia real se asomó al balcón del hotel de La Marina y fueron recibidos con enormes aclamaciones. La cumbre del obelisco está terminada en un piramidión de bronce y láminas de oro, puestas en el año 1998. Las dos fuentes existentes en la plaza, son de estilo italiano, llamadas del norte y del sur, una mirando a La Madeleine y otra a la Torre Eiffel. Esta plaza es la segunda más grande de Francia.
Continuamos nuestra visita subiendo por la rue Royale (Calle Real); nos encontramos rápidamente con el famoso Restaurante Maxim’s y más arriba la iglesia de La Madeleine: Una impresionante iglesia, parecida al Partenón griego, por su imponente circunvalación de columnas clásicas. Comenzó su construcción a partir de la segunda mitad del siglo XVIII , aunque se dedicó a otros menesteres durante La Revolución Francesa, el año 1854 se dedicó definitivamente al culto católico. Su interior es de estilo barroco. Hay, desde el exterior, una vista magnífica del Obelisco de Concorde y si el día está claro y la vista de uno se lo permite, se divisa al final el imponente edificio de la Asamblea Nacional.
Acabamos la visita a La Madeleine y nos dirigimos por Rue Madeleine y Boulevard des Capucines hacia el Teatro de la Ópera. Su imponente fachada nos llamó la atención desde el primer momento y eso que aún nos quedaba por descubrir las maravillas de su interior. Construida por el arquitecto Garnier se inauguró en 1875 por Napoleón III, aunque después se trasladó a la Ópera de la Bastilla. La Ópera Garnier es conocida como Teatro de la Real Academia de Música. Es monumental con frisos multicolores en mármol, y estatuas representando a deidades griegas. Su imponente doble escalera de subida y su majestuoso salón dejan en la retina del visitante una imagen difícil de superar para el que lo ve. El precio de entrada, de 8€ nos pareció un poco excesivo.

Cándido T. Lorite

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