Después que hubimos recobrado las fuerzas con una buena comida cerveza fresquita, y no muy cara, nos dirigimos hacia la Fontana de Trevi, de nuevo. La teníamos al lado, a 15 metros escasos del restaurante y no era cuestión de dejar pasar la oportunidad de estar ante la fuente más famosa de Roma. Nos sentamos en la escalinata, había gente, como de costumbre, pero no tanta como cuando llegamos el miércoles por la noche. La fuente parecía otra; la luz del sol le daba otro aire, otras formas, otras dimensiones. Como es lógico nos hicimos fotos de las quedan constancia en este blog.
Nos despedimos del lugar diciendo que, quizá, no sería la última vez que estaríamos allí. El tiempo lo dirá. Desde luego, la ilusión no nos falta ni tampoco el amor para esperar el tiempo que haga falta para conseguirlo.
Salimos a Via Corso para coger un autobús, el 101, que nos trasladaría hasta la Plaza del Cinquecento, cercana a las Termas de Diocleciano y al Museo Nacional de Roma o Romano. Al lado de ambas se encuentra la Iglesia de Santa Maria dei Agnelli. La visita nos iba a llevar las tres horas que nos faltaban de la tarde y, además, estábamos cerquita del hotel donde nos alojamos.
Comenzamos la visita por el Museo Nacional de Roma. La entrada nos costó 7€ los dos, la mitad del precio, gracias a la Roma Pas que teníamos desde el principio. Con esta entrada pudimos visitar el Museo, las Termas de Diocleciano, la Cripta Balbi y el Palacio Altemps. Nada más pisar los jardines nos hicimos unas fotos,“muy graciosas”, aprovechando las estatuas que aparecían sin cabeza. Algo normal en unos turistas. Eso sí, todos los que venían detrás de nosotros les agradó la idea pues hicieron lo mismo. Los lectores verán si les gusta o no las fotos que nos hicimos de semejante “guisa”. Pagamos las entradas y empezamos a andar, nuestro sino en Roma. Lo primero que vimos fueron los jardines, con el claustro de estilo Miguel Ángel, repleto de estatuas, de todos los tamaños. En
el centro las había con formas mitológicas; muy originales. Luego estaban las clásicas cabezas, bustos, etc. Nos llamó la atención la de un niño, sentado; parecía que se iba a mover, tal era el realismo que tenía la escultura.
Subimos a la segunda planta. Allí encontramos mosaicos, estucos, frescos, incluidos los de la casa de Livia, la esposa de Augusto. Los frescos se remontan al s. I a. de C. En la primera planta y en la baja se encuentran la historia de la República romana entre los siglos II y I a. de C. Está el famoso General Tivoli y Augusto de Via Labicana y se ven los retratos de muchos emperadores romanos. En el sótano se encuentra la colección de numismática del Museo, con el medallón de Teodosio. En la planta baja, la de la entrada al museo hay una primera sección dedicada a las excavaciones realizadas y que sitúan al museo en el contexto de la zona. Se habla también del Monasterio di Santa María Domine Rose (comenzada en el siglo VIII), de casas de mercaderes y artesanos medievales, del Conservatorio di Santa Caterina dei Funari (construido a mediados del s. XVI por Ignacio de Loyola, para albergar a las hijas de prostitutas romanas) y de la Bottege Obscura.
Un siglo después de las Termas de Caracalla, el emperador Diocleciano que nunca había estado en Roma, quiso ser más que su antecesor e hizo unas termas para 3000 personas. Tenía vestuarios, biblioteca, gimnasios, centros de reunión, teatros, salas para conciertos, jardines y piscinas de aguas templadas, calientes y frías. Sus paredes y suelos eran de mármol. Por desgracia no queda casi nada. La mayor parte han sido incorporadas a la iglesia de Santa María degli Angeli y al Museo Nacional Romano. La parte semicircular de la Plaza de la República era parte de la exedra de las termas.
La enorme sala central de 280 metros por 160 metros era una obra maestra de la ingeniería y sirvió de muestra para la Basílica de Majencio.Lo que hoy es la entrada a la iglesia era el espacio que separaba el Tepidarium (sala de agua templada, del Caldarium, sala de agua caliente. A continuación se encuentra la estatua de San Bruno, fundador de la Orden de los Cartujos. Desde aquí se accede al antiguo vestíbulo central de las Termas. El altar está justo enfrente, sobre el eje de la nave central.
Curiosidad muy importante de esta iglesia: el curioso meridiano (1703 d. de C.) a la derecha del transepto utilizado durante más de siglo y medio por los romanos para señalar el mediodía. La luz entra por un orificio situado en lo alto de un muro y se abre camino por una banda de cobre incrustada en el suelo que marca con exactitud el meridiano norte-sur de Roma. Es mediodía cuando el rayo de luz se alinea perfectamente a lo largo de la banda del suelo. Desde luego el día había sido muy bien aprovechado. El cansancio hizo mella en nuestros cuerpos y siendo ya noche cerrada llegamos al hotel, donde descansamos después de una ducha caliente y reconfortante. La cena, frugal y rápida dio paso a un sueño reparador.
Estábamos a punto de iniciar nuestro último día en Roma.
Cándido T. Lorite
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario