Era el día 26 de febrero de 2001, muy temprano, ni siquiera al alba, cuando nos levantamos dispuestos a iniciar nuestro particular Viaje a La Alcarria y a parte de la provincia de Guadalajara, incluida la capital. La madrugada era fresquita, la música en el conche sonaba bien y mi mujer, Paqui, dormitaba tranquilamente mientras el coche transitaba por la N-IV camino de Pastrana. Una parada para desayunar, reponer fuerzas, descansar y de vuelta al “tajo”.
Llegamos a Pastrana a hora temprana, antes de que abrieran los comercios. Eso sí, después de recorrer unos pocos kilómetros en una carretera que deja mucho que desear; aún no la han arreglado y ensanchado desde los tiempos en que yo aparecí por allí, hace ya más de 30 años. En Pastrana aparcamos en la Plaza de la Hora, llamada así porque en ella estaba presa la Princesa de Éboli y se asomaba a la reja del balcón para oír las horas que daban en el antiguo convento de S. Francisco, hoy convertido en restaurante. Esa reja se encuentra en el Palacio Ducal, donde asimismo está ubicada la Oficina de Turismos; allí fuimos diligentemente atendidos, se nos dio un plano de Pastrana y nos dedicamos, desde ese momento, a callejear por Pastrana.
Subiendo por la calle Mayor, que conserva todo el encanto de lo antiguo, pues sus casas no han sido destruidas ni derruidas, sino rehabilitadas. Al final, a la derecha, nos encontramos con la Plaza de los Cuatro Caños. Se encuentra en ella la fuente que da nombre a la plaza, señorial, del siglo XVI, en la que se ubican en cuatro laterales los cuatro mascarones en relieve sobre los que salen los cuatro caños del agua. En frente se encuentra situada la calle que nos lleva a la iglesia de S. José, fundada por Santa Teresa de jesús y los duques de Pastrana, en 1569; el convento tiene varias casas y, en una de ellas, en el siglo XVII se hizo la sencilla iglesia actual, de una sola nave y con un campanario de espadaña.
Muy cerca, en la calle de las Monjas se encuentra la Colegiata; levantada como Iglesia parroquial de la Villa Calatrava, en el siglo XIV; en su interior hay una magnífica colección de tapices góticos y en su cripta-panteón diversas urnas funerarias. Subiendo, y digo bien, subiendo, porque hay que ver las cuestas de Pastrana, nos dirigimos hacia la calle Palma; en ella se ubican distintos edificios, como la casa de la Inquisición, una de sinagoga y el palacio de los Burgos. Como leen los lectores una calle bien aprovechada, pues es cortita. Desde allí y, andando, nos dirigimos hacia el convento de S. Francisco, hoy desacralizado, del que quedan los muros y la espadaña. Desde este lugar y por una calle llamada Callejón de Los Toros, estrecha y empinada aparecimos en la plaza de la Hora, cogimos el coche y nos desplazamos hasta el exterior de Pastrana, donde se encuentra la Iglesia del Carmen, fundada por Santa Teresa y en donde estuvo San Juan de la Cruz. En su interior se encuentra el Museo de Historia Natural, con una gran colección de animales exóticos de diferentes países y el Museo Teresiano, con los recuerdos de Santa Teresa en Pastrana, documentos y libros sobre la santa.
Nuestro primer encuentro con La Alcarria había sido satisfactorio. Cogimos el coche y enfilamos dirección a Sigüenza. Adonde llegaríamos sobre la hora de la comida; pero eso pertenece a otro capítulo de este viaje.
Cándido T. Lorite
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