Salimos temprano, muy temprano, del hotel y cogimos dirección a Toledo; queríamos llegar al hotel de Toledo antes del mediodía y la distancia era muy grande, 692 kilómetros. Así que despacio, despacio, llegamos por carretera hasta Zaragoza, donde desayunamos tranquilamente, repostamos y seguimos viaje. Llegamos a destino hacia las 11’30 horas de la mañana, después de seis horas desde la salida del hotel. Dejamos la maleta, descansamos un poco y nos lanzamos a la visita de Toledo. Lo más cercano, prácticamente al lado, era la visita a la sinagoga de Santa María la Blanca, de estilo mudéjar y del siglo XII. Tiene cinco plantas y se convirtió en beaterio allá por el siglo XV, por orden del cardenal Silíceo. Precio de entrada 2’30 €, excepto miércoles, gratis para españoles. Andando y, después de esta visita, nos dirigimos hacia S. Juan de los Reyes. El Monasterio fue construido ara albergar los restos de la dinastía de la reina Isabel la Católica y dedicada a S. Juan Evangelista, de la que era gran devota. Tiene forma de panteón con los pináculos a los lados simulando velas. Las características de la iglesia no soy el más indicado para hacerlas, pues existen muchas y distintas en cualquier navegador. Si indicar que llama poderosamente la atención el claustro cuadrado y de doble piso, con las columnas decoradas con adornos simbólicos y los escudos de ambos reyes, con las letras “F” e “Y”. Hay figuras humanas, como un niño apuñalando a un águila, un mono jinete tocando la flauta, otro sobre un orinal y todas aquellas que la imaginaría gótica tuvo a bien para adornar. Llaman la atención las cadenas colgadas en el exterior lateral; corresponden a los cautivos liberados en la guerra de Granada, y se colgaron en 1494 como exvoto y símbolo del triunfo de la fe cristiana. Su entrada es de 2’50 € y es gratis los miércoles para residentes de la U.E. Al lado de las susodichas cadenas se encuentra la bajada al puente de S. Martín, uno de los que cruzan el río Tajo, de una gran belleza y dedicado como su nombre indica a S. Martín. Construido en el s. XIV y reedificado por el obispo Tenorio. Tiene dos torres hexagonales a los extremos y cinco ojos sobre grandes pilares; tiene un gran escudo imperial con los reyes sedentes. Fue declarado Monumento nacional en 1929. La subida de nuevo hasta el inicio de la calle del Ángel nos abrió la sed y el apetito; nos sentamos a comer en un bar del Paseo del Tránsito y nos marchamos a descansar al hotel, cerquita, para dejar pasar las abrumadoras horas de calor del verano toledano. Con las chicharras cantando a todo tren nos dirigimos hacia la Casa Museo de El greco, en la calle Samuel Leví. La casa perteneció al que da nombre, Samuel Leví, tesorero de Pedro I y después del marqués de Villena. Es un bello conjunto de casa acomodada de los siglos XVI y XVII. Aquí están algunos cuadros de El Greco, como los cuadros de, uno a uno, los doce apóstoles, San Bernardino, Plano y vista de Toledo y El Redentor. Acabada la visita nos dirigimos, rápidamente hacia la iglesia de Santo Tomé, que cerraba a las siete de la tarde por ser verano,(cuesta 2’50 €), para poder admirar el cuadro de El Greco, El Entierro del Conde de Orgaz, que se encuentra en dicha iglesia; construida sobre una mezquita, ha tenido tantas reformas como estilos arquitectónicos hay; tiene una curiosidad: una serie de arcos ciegos, separados por columnas de cerámica de Talavera; esta característica es única en Toledo. Ganas de una cervecita había y en la Plaza del Conde, al lado del Palacio de Fuensalida, un bar antiguo nos brindó la oportunidad de una bien fresquita, que nos alivió la sed que teníamos. Por la calle Bajada de las Descalzas, llegamos al Taller del Moro y de ahí a la Plaza del Salvador, donde nos esperaba el convento de Santa Úrsula, el primer templo mudéjar, del año 1360, aunque sólo queda el techo de madera en la sacristía y el tachuela de lacería, formando estrellas de ocho y dieciséis puntas. En su interior se encuentra el impresionante retablo de Pedro Berruguete, “La Visitación” del año 1535. Tiene un ábside semicircular mudéjar, con arcos lobulados y otros de herradura. En definitiva una magnífica iglesia. Entrada, 1€. Un paseo rápido delante de la Catedral, que veríamos al día siguiente, y nos dirigimos hacia la Plaza de Zocodover para coger un tren turístico que nos daría un paseo por Toledo y alrededores: Una visión muy completa de lo más importante de la ciudad sin bajarnos del mismo; nos vino bien porque ya estábamos un poco cansados de tanto andar y del viaje tan largo realizado desde Barcelona. Una hora, más o menos, y los pies nos lo agradecieron sobremanera. En la misma plaza nos decidimos por cenar tranquilamente y, andando, después, nos dirigimos hacia el hotel para descansar. La luz nocturna le sienta magníficamente a una ciudad como Toledo. Sus edificios y sus piedras resaltan ante la luz amarillenta de las farolas. La tranquilidad es la nota dominante de una ciudad que durante el día es toda algarabía. Por la mañana bien temprano y con ganas de desayunar unos churros con chocolate, nos dirigimos hacia la Plaza del Salvador; después y con el estómago lleno nos fuimos directamente a la Catedral; como era hora de misa no nos costó dinero la entrada a la misma y pudimos visitarla tranquilamente; admirando toda la belleza que la catedral Primada tiene, tanto dentro como fuera. A destacar la orfebrería, las pinturas, tanto del El Greco como de Tiziano, Caravaggio, Van Dick, etc. Las puertas de entrada a la misma, destacando la principal, la del transepto norte, que se inspira en la correspondiente de Notre Dame de París; en definitiva una obra de arte que nos llevó dos horas de visita y fueron pocas. Cuando volvamos a Toledo, que volveremos, le dedicaremos más tiempo a la catedral. Desde aquí y por la calle Hombre de Paja nos fuimos a la Mezquita de Tornerías. De la segunda mitad del s. XI, tuvo culto propio hasta que los Reyes Católicos la desacralizan entre 1498 y 1505. En su interior es de planta cuadrada irregular, con cuatro columnas y la nave central tiene una cruz en el centro. Tiene dos plantas, algo inusual en una mezquita. Continuando por la Plaza Horno de Magdalena llegamos hasta El Alcázar. No pudimos visitarlo por encontrarse cerrado y en obras. Sólo lo vimos por fuera. Una pena. Cuesta abajo por Carlos V llegamos hasta El Museo de la Santa Cruz. Hoy museo y en su inicio Hospital; construido por orden del Cardenal Don Pedro Gutiérrez de Mendoza. Tiene diferentes estilos; la portada es plateresca, el zaguán gótico y el interior renacentista de dos plantas. Tiene una escalera que comunica ambos pisos, de tres tramos y con una gran ornamentación, grutescos y heráldica, entre otros elementos. La entrada es gratuita, excepto cuando hay exposiciones de nivel nacional o internacional, pues es filial del Museo del Prado. A partir de aquí todo es cuesta abajo en Toledo. Llegamos hasta la Puerta del Sol, torre albarrana del siglo XV, mudéjar, aunque construida en tiempos del reino de taifas toledano. Al lado prácticamente se encuentra la Mezquita Cristo de la Luz; es del año 999, mandada construir por Musa ibn Alí, según consta en la fachada. E nsu interior hay nueve espacios cubiertos con bóvedas nervadas, todas distintas, gracias a unos capiteles visigóticos con doce arcos de herradura. Tiene una cabecera románico-mudéjar y tres puertas diferentes de entrada, de arco polilobulado, de herradura y de medio punto. Vuelta a andar hacia abajo otra vez, buscando la iglesia de Santiago del Arrabal. Domingo y una boda en la misma por lo que estaba profusamente adornada y de entrada libre; no era cuestión de cobrar a los visitantes la entrada. Una magnífica muestra del arte mudéjar y así es considerada en Toledo; tres ábsides con arcos ciegos polilobulados y una torre, exenta, anterior al siglo XIII. El retablo del ábside central es obra de Francisco de Espinos, en estilo plateresco. Desde el púlpito de esta iglesia San Vicente Ferrer enalteció a los cristianos a entrar en la sinagoga de Santa María la Blanca y cristianizarla. Esta iglesia hacia unión con la Puerta de Bisagra siguiente punto de nuestro peregrinaje por Toledo. La Puerta de Toledo o de Bisagra es quizá la más conocida de todas las puertas de entrada a la ciudad. Llamada así por Bab-Sagrha o puerta de la “Sagra”. Tiene dos cuerpos, uno interior y otro exterior. El interior es un arco de medio punto con dos torreones cuadrados y el exterior, monumental, tiene un arco de triunfo de sillares almohadillados con un enorme escudo de la ciudad imperial, con su inconfundible águila bicéfala. Al lado la Puerta de Alfonso VI o Nueva de Bisagra. Conserva su primitiva estructura, de entrada recta y un arco de herradura, lobulado. Las escaleras mecánicas de Recaredo nos llevaron hasta la Diputación Provincial y el convento de Santo Domingo el Real. Del s. XVI y por Diego de Velasco “El mozo”, tienen pórtico de entrada de estilo renacentista, con cuatro columnas de estilo toscano. En su interior se encuentra un retablo de S. Juan Bautista o la capilla de los Silva. Muy cerca se encuentra el Convento de Santo Domingo el Antiguo; mandado construir por Alfonso VI tras la conquista de la ciudad y edificada extramuros. En una cripta con un cristal se cree se encuentra enterrado El Greco. El coro, ante coro y trascoro tienen una gran cantidad de obras de arte. Entrada 1’50€. La iglesia de Santa Eulalia es, quizá, la más antigua de Toledo. Del año 559, siendo rey Atanagildo, treinta años antes de la conversión al catolicismo de Recaredo, rey de Toledo. Cuenta la tradición que en ella fundó El Cid la cofradía de la Santa Vera-Cruz. Se celebra, todavía, el culto litúrgico mozárabe, los domingos. El Convento de San Clemente, la iglesia de San Román y la de los Jesuitas, fueron las siguientes en ser visitadas. Desde aquí buscamos la calle Alfonso XII, Santo Tomé y El Ángel y llegamos hasta el hotel, el San Juan de los Reyes, donde hemos estado durante nuestra visita. Allí cogimos el coche y por la puerta del Cambrón nos dirigimos hacia el Puente de Alcántara; volvimos sobre nuestros pasos, buscando la salida Hacia Madrid y nos paramos a echar un vistazo en el Hospital de Tavera, ahora Museo del Duque de Lerma. La visita había sido muy fructífera y provechosa; cansados decidimos seguir hasta llegar a Bailén a nuestro hogar, dulce hogar. Quedamos en que volveríamos de nuevo a Toledo. Y ya sería la quinta vez que lo visitaría, pero siempre hay cosas diferentes que ver en esta ciudad, milenaria y encantadora.
Cándido T. Lorite
Cándido T. Lorite