jueves, 11 de marzo de 2010

VIAJE A PORTUGAL-2

La llegada a la ciudad de Oporto, desde Lisboa, fue un viaje rápido, sin paradas, directo, pues teníamos ganas, o mejor, tenían ganas de conocer la ciudad.
Andando por las calles, buscando la Plaza del Ayuntamiento, punto emblemático de la ciudad, nos encontramos con un mercado magnífico, recién reconstruido, con arte y buenas maneras, guardando las formas antiguas que tenía. Cómo debe hacerse. Muy cerca nos encontramos con el ayuntamiento de la ciudad de Oporto, majestuoso, enorme; caminando y buscando la Iglesia del Carmen y de S. Jerónimo, nos dimos de bruces con la librería más bonita de cuántas hayamos visto: En su interior una escalera doble de caracol, de madera, hacia una planta superior espléndida, con un techo y cristalera magnífico. Realmente bonita. En la Plaza de al lado las dos iglesias mencionadas y un poco más lejos la Torre de los Clérigos, el punto más alto de Oporto; bajando por la Rua dos Clérigos llegamos a la Plaza de la Libertad; en ella nos sentamos para comer, pues el hambre había hecho mella en nosotros: La vista de la estatua ecuestre de D. Pedro IV era magnífica y la comida transcurrió en una agradable tertulia con Martín y Antonia, nuestros acompañantes.
Después de la comida nos trasladamos, siempre andando- para poder admirar las bellezas de la ciudad-, hasta la iglesia y estación de Sao Bento, admirables sus azulejos azules. Subiendo la Rua do Corpo da Guardia llegamos hasta la catedral de Oporto. Fue románica del s.XII, pero su terminación es de la época gótica. De sus inicios tiene el rosetón y las torres. Lástima que cuando llegamos estaba en obras y no pudimos visitar su extraordinario claustro. Para otra vez será. Bajando las calles empinadas y estrechas que dan a la Rua de Mousihno da Silveira nos dirigimos hacia la Iglesia de S. Francisco. Tuvimos suerte, pues encontramos abierto el edificio que albergó a La Bolsa de Oporto, un edificio de planta neoclásica, que nos fue explicado con todo detalle por un guía muy solícito, y gratis. Después entramos a visitar la iglesia de S. Francisco y cuando terminamos, cansados, sedientos, nos decidimos por ir a Casi de Ribeira, al lado del Puente de S. Luis, zona tranquila en las tardes veraniegas y centro de reunión para los amantes de la tranquilidad. Allí nos tomamos unas cervezas que nos sentaron estupendamente. Cansados de tanta vista y de tanto andar cogimos un taxi que nos desplazó hasta el hotel en Oporto, situado al otro extremo de la ciudad antigua. Una buena ducha, un rato de descanso y un bar- marisquería cerca del hotel, dónde nos tomamos unas cervezas, un vino de Oporto y por supuesto, unas gambas, y más cosas que no son de recibo indicar, para envidia de los lectores. Seamos sensatos y no demos más pistas.
Al día siguiente salimos dirección a Coimbra: Teníamos ganar de conocer su románico y su universidad, con su famosa biblioteca. Entramos en la ciudad antigua por el arco de Sta. María y, a través de empinadas calles, llegamos a lo alto de la ciudad, dónde se encuentra la Universidad de Oporto. Una entrada más bien pequeña dio vista al enorme patio de la universidad. En él encontramos todo lo que queríamos ver de la misma: Biblioteca, Archivo y Rectorado; la vista de Coimbra desde el mirador de la universidad es magnífica. Esta universidad se fundó en 1290: Bajando de nuevo por las viejas y empinadas calles, comimos en un bar típico de la zona; después nos dirigimos a ver la Iglesia de Santiago, un románico del s. XI y la catedral vieja de Coimbra, comenzada a construir en el s. XII y de gran belleza , tanto exterior como interior.
Desde Coimbra nos dirigimos, rápidamente- pero sin correr-, hasta Batalla. Allí admiramos el impresionante Monasterio de Sta. María de la Victoria, llamado también de Batalla; se erigió en recuerdo y memoria de la victoria de Aljubarrota, en 1385, sobre las tropas de Castilla. Es de un gótico magnífico, manierista, parecido al que se encuentra en el claustro del Monasterio de los Jerónimos, de Lisboa. Aquí se encuentra enterrado Juan I y su esposa, Felipa de Lancaster y, Enrique el Navegante.
Después de la visita a este monumento del gótico Flamígero, nos bebimos unas cervezas, sin alcohol, y terminamos nuestro viaje en Vimeiro. Lugar de la recreación a la que íbamos a asistir.

Cándido T. Lorite



















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