Salimos de Benidorm después de desayunar y tomamos la dirección a Tarragona. Circunvalamos Valencia y cogimos por la AP-7 dirección a la Imperial Tarraco.
La visita a la ciudad imperial de Tarraco fue una completa desilusión. Quería yo recordar por qué no había visitado la ciudad después del año 1977, aproximadamente, y cuando llegué a la ciudad me di cuenta. No entiendo cómo puede ser considerada Patrimonio de la Humanidad una ciudad como Tarragona, si las comparo, con Cáceres, Segovia, Ávila, Baeza, Úbeda, por hablar de algunas de ellas. La mayoría de los monumentos estaban cerrados por obras, por falta de personal o por cualquier otro motivo. No era lunes, que conste, pues es cuando los museos españoles cierran en su inmensa mayoría, aunque esto no lo entiendo. El caso es que lo poco que pudimos ver lo hicimos rápidamente.
Comenzamos por la vista que teníamos desde nuestro hotel que quizá fue lo mejor que vimos, pues el anfiteatro y la catedral se nos mostró en su totalidad. Cuando luego quisimos visitarlos, no había prácticamente nadie que nos indicara que podíamos ver y que podíamos visitar. Menos mal que unos folletos nos dieron, al menos, a la entrada y pudimos seguir las indicaciones; pero nada más. Además la Catedral estaba en obras, lo que no impidió pagar el precio de la entrada, completa, para poder visitarla, aunque sólo una pequeña parte. Es más, ni el claustro pudimos ver, pues su entrada estaba prohibida, por obras. Un desastre, en todos los sentidos, la visita a la catedral de Tarragona. Dejo una foto tomada por fuera y otra tomada de Internet del claustro. Yo lo había visto, pero no así mi mujer.
Así pues, después de dar la vuelta a la catedral por la calle S. Pablo bajamos por calle Mayor y por la calle Nave llegamos al Museo Nacional Arqueológico de Tarragona. Esta si fue una visita magnífica, bien atendidos por los chicos que se encontraban de guías en la puerta. Todo amabilidad, como debe ser. Le dimos una vuelta completa al museo y dejo, como muestra tres fotos de los objetos del museo. Después de tanto andar nos tomamos un pequeño descanso comiendo en un restaurante pequeño, pero muy coqueto y con magnífico servicio en la calle del Trinquete Viejo. Servicio en español, no en catalán, lo que es de agradecer en estos tiempos.
Un descanso en el hotel nos vino muy bien para continuar, a la tarde, la visitar a la Imperial Tarraco; hacía calor, pero como buenos andaluces no era algo preocupante para nosotros. Nos dirigimos, por la tarde, al Anfiteatro romano, del que tenemos una vista magnífica desde nuestra habitación. Una entrada excesivamente cara para las pocas, ninguna, explicaciones que nos dieron sobre el mismo. Menos mal que algo de cultura tenemos mi mujer y yo y sabíamos algo de ese anfiteatro. Luego de visitarlo nos dirigimos hacia el Parque del Milagro y allí estuvimos viendo un reloj de sol. A continuación una visita al Foro Provincial- una puerta de entrada, es lo que queda, de lo que se supone una plaza porticada romana. A la salida de la ciudad en la carretera 340, con dirección a Barcelona y a 20 km de distancia se encuentra el Arco de Bará, dedicado al emperador romano Augusto, con pilastra, friso y cornisa.
Cómo ven los lectores la visita a Tarragona no fue todo lo provechosa que queríamos y nos quedó un regusto agrio. Tardaremos en volver.
Cándido T. Lorite
La visita a la ciudad imperial de Tarraco fue una completa desilusión. Quería yo recordar por qué no había visitado la ciudad después del año 1977, aproximadamente, y cuando llegué a la ciudad me di cuenta. No entiendo cómo puede ser considerada Patrimonio de la Humanidad una ciudad como Tarragona, si las comparo, con Cáceres, Segovia, Ávila, Baeza, Úbeda, por hablar de algunas de ellas. La mayoría de los monumentos estaban cerrados por obras, por falta de personal o por cualquier otro motivo. No era lunes, que conste, pues es cuando los museos españoles cierran en su inmensa mayoría, aunque esto no lo entiendo. El caso es que lo poco que pudimos ver lo hicimos rápidamente.
Comenzamos por la vista que teníamos desde nuestro hotel que quizá fue lo mejor que vimos, pues el anfiteatro y la catedral se nos mostró en su totalidad. Cuando luego quisimos visitarlos, no había prácticamente nadie que nos indicara que podíamos ver y que podíamos visitar. Menos mal que unos folletos nos dieron, al menos, a la entrada y pudimos seguir las indicaciones; pero nada más. Además la Catedral estaba en obras, lo que no impidió pagar el precio de la entrada, completa, para poder visitarla, aunque sólo una pequeña parte. Es más, ni el claustro pudimos ver, pues su entrada estaba prohibida, por obras. Un desastre, en todos los sentidos, la visita a la catedral de Tarragona. Dejo una foto tomada por fuera y otra tomada de Internet del claustro. Yo lo había visto, pero no así mi mujer.
Así pues, después de dar la vuelta a la catedral por la calle S. Pablo bajamos por calle Mayor y por la calle Nave llegamos al Museo Nacional Arqueológico de Tarragona. Esta si fue una visita magnífica, bien atendidos por los chicos que se encontraban de guías en la puerta. Todo amabilidad, como debe ser. Le dimos una vuelta completa al museo y dejo, como muestra tres fotos de los objetos del museo. Después de tanto andar nos tomamos un pequeño descanso comiendo en un restaurante pequeño, pero muy coqueto y con magnífico servicio en la calle del Trinquete Viejo. Servicio en español, no en catalán, lo que es de agradecer en estos tiempos.
Un descanso en el hotel nos vino muy bien para continuar, a la tarde, la visitar a la Imperial Tarraco; hacía calor, pero como buenos andaluces no era algo preocupante para nosotros. Nos dirigimos, por la tarde, al Anfiteatro romano, del que tenemos una vista magnífica desde nuestra habitación. Una entrada excesivamente cara para las pocas, ninguna, explicaciones que nos dieron sobre el mismo. Menos mal que algo de cultura tenemos mi mujer y yo y sabíamos algo de ese anfiteatro. Luego de visitarlo nos dirigimos hacia el Parque del Milagro y allí estuvimos viendo un reloj de sol. A continuación una visita al Foro Provincial- una puerta de entrada, es lo que queda, de lo que se supone una plaza porticada romana. A la salida de la ciudad en la carretera 340, con dirección a Barcelona y a 20 km de distancia se encuentra el Arco de Bará, dedicado al emperador romano Augusto, con pilastra, friso y cornisa.
Cómo ven los lectores la visita a Tarragona no fue todo lo provechosa que queríamos y nos quedó un regusto agrio. Tardaremos en volver.
Cándido T. Lorite