miércoles, 17 de marzo de 2010

VIAJE A PORTUGAL-3







Llegamos a Vimeiro sobre las siete de la tarde, con un sol espléndido y cansados del viaje tan ajetreado que habíamos tenido durante el día, visitando Coimbra y Batalha. El lugar dónde nos íbamos a alojar durante la recreación, un polideportivo, estaba muy bien acondicionado. Los encargados de recibirnos lo hicieron con una amabilidad extraordinaria, indicándonos que estaban a nuestra disposición, en todo momento y para todo lo que necesitáramos; amabilidad portuguesa cien por cien. Este polideportivo se encuentra en la localidad portuguesa de Toledo, llamada así porque un noble que luchó con los reyes españoles quiso ponerle este nombre en recuerdo del tiempo que pasó en España en la ciudad del mismo nombre. Todo un detalle.
Una vez instalados, nos desplazamos hasta Vimeiro, a 3 km del lugar, dónde recogimos nuestra acreditación y dónde encontramos a viejos amigos de otras recreaciones como Ronald y su encantadora esposa, Teresa. A la noche, después de una ducha reparadora nos dirigimos hacia un bar, donde la organización había dispuesto la cena y baile al aire libre. Cenamos y bailamos hasta bien entrada la noche. Después nos dirigimos hacia Toledo a descansar para el día siguiente. Como la Recreación del Bicentenario de la Batalha de Vimeiro se hacía por la tarde, por la mañana nos desplazamos hacia la cercana ciudad de Óbidos. Quedamos impresionados de la belleza de esta pequeña ciudad. Sus empinadas y estrechas calles llevaban irremisiblemente hacia un castillo extraordinariamente conservado, con una muralla alrededor de la ciudad, que recorrimos casi en su totalidad. Sólo un inconveniente acompañaba esta ciudad, el olor producido por el estiércol con el que los habitantes abonan sus plantas. Por este motivo éstas tienen un brillo, color y tamaño realmente importante. Vaya lo uno por lo otro. En una de sus casas, mi mujer y yo nos hicimos la foto que acompaña el blog de mis viajes; una casa pequeña, pero encantadora en su trazado.
Aquella tarde, el fragor de los cañones, el fuego de los mosquetes y el ruido de sables nos devolvió a la realidad del año 1808, en agosto, cuando la ciudad de Vimeiro sufrió el ataque de las tropas napoleónicas y la ciudad fue defendida por las tropas inglesas, portuguesas y españolas. La defensa de la entrada de la ciudad, en medio del campo y subiendo y bajando por las laderas de los montes, nos dejó realmente cansados; pero el esfuerzo merece la pena, pues de esa manera se recuerdan los hechos sucedidos en época napoleónica, de una manera lúdica y realista. Participamos regimientos de España, Portugal, Francia e Inglaterra. El Regimiento de la Reyna lo hizo con la presencia de varios de los miembros del mismo, entre los que se cuentan mi mujer, Paqui y yo.
Cuando iniciamos el camino de vuelta a Bailén, nuestra casa y hogar, lo hicimos dejando atrás y, para siempre, un ingente número de amigos portugueses, entre los que citaré a Pedro Henriques, Faria da Silva, Pedro, y un largo etcétera que hará que no tardemos mucho en volver a Portugal, bien a verlos o bien para participar en otra recreación.
Después de muchas horas de viaje recalamos en Bailén, cansados pero satisfechos, diciendo aquello de “hogar, dulce hogar”.

Cándido T. Lorite

jueves, 11 de marzo de 2010

VIAJE A PORTUGAL-2

La llegada a la ciudad de Oporto, desde Lisboa, fue un viaje rápido, sin paradas, directo, pues teníamos ganas, o mejor, tenían ganas de conocer la ciudad.
Andando por las calles, buscando la Plaza del Ayuntamiento, punto emblemático de la ciudad, nos encontramos con un mercado magnífico, recién reconstruido, con arte y buenas maneras, guardando las formas antiguas que tenía. Cómo debe hacerse. Muy cerca nos encontramos con el ayuntamiento de la ciudad de Oporto, majestuoso, enorme; caminando y buscando la Iglesia del Carmen y de S. Jerónimo, nos dimos de bruces con la librería más bonita de cuántas hayamos visto: En su interior una escalera doble de caracol, de madera, hacia una planta superior espléndida, con un techo y cristalera magnífico. Realmente bonita. En la Plaza de al lado las dos iglesias mencionadas y un poco más lejos la Torre de los Clérigos, el punto más alto de Oporto; bajando por la Rua dos Clérigos llegamos a la Plaza de la Libertad; en ella nos sentamos para comer, pues el hambre había hecho mella en nosotros: La vista de la estatua ecuestre de D. Pedro IV era magnífica y la comida transcurrió en una agradable tertulia con Martín y Antonia, nuestros acompañantes.
Después de la comida nos trasladamos, siempre andando- para poder admirar las bellezas de la ciudad-, hasta la iglesia y estación de Sao Bento, admirables sus azulejos azules. Subiendo la Rua do Corpo da Guardia llegamos hasta la catedral de Oporto. Fue románica del s.XII, pero su terminación es de la época gótica. De sus inicios tiene el rosetón y las torres. Lástima que cuando llegamos estaba en obras y no pudimos visitar su extraordinario claustro. Para otra vez será. Bajando las calles empinadas y estrechas que dan a la Rua de Mousihno da Silveira nos dirigimos hacia la Iglesia de S. Francisco. Tuvimos suerte, pues encontramos abierto el edificio que albergó a La Bolsa de Oporto, un edificio de planta neoclásica, que nos fue explicado con todo detalle por un guía muy solícito, y gratis. Después entramos a visitar la iglesia de S. Francisco y cuando terminamos, cansados, sedientos, nos decidimos por ir a Casi de Ribeira, al lado del Puente de S. Luis, zona tranquila en las tardes veraniegas y centro de reunión para los amantes de la tranquilidad. Allí nos tomamos unas cervezas que nos sentaron estupendamente. Cansados de tanta vista y de tanto andar cogimos un taxi que nos desplazó hasta el hotel en Oporto, situado al otro extremo de la ciudad antigua. Una buena ducha, un rato de descanso y un bar- marisquería cerca del hotel, dónde nos tomamos unas cervezas, un vino de Oporto y por supuesto, unas gambas, y más cosas que no son de recibo indicar, para envidia de los lectores. Seamos sensatos y no demos más pistas.
Al día siguiente salimos dirección a Coimbra: Teníamos ganar de conocer su románico y su universidad, con su famosa biblioteca. Entramos en la ciudad antigua por el arco de Sta. María y, a través de empinadas calles, llegamos a lo alto de la ciudad, dónde se encuentra la Universidad de Oporto. Una entrada más bien pequeña dio vista al enorme patio de la universidad. En él encontramos todo lo que queríamos ver de la misma: Biblioteca, Archivo y Rectorado; la vista de Coimbra desde el mirador de la universidad es magnífica. Esta universidad se fundó en 1290: Bajando de nuevo por las viejas y empinadas calles, comimos en un bar típico de la zona; después nos dirigimos a ver la Iglesia de Santiago, un románico del s. XI y la catedral vieja de Coimbra, comenzada a construir en el s. XII y de gran belleza , tanto exterior como interior.
Desde Coimbra nos dirigimos, rápidamente- pero sin correr-, hasta Batalla. Allí admiramos el impresionante Monasterio de Sta. María de la Victoria, llamado también de Batalla; se erigió en recuerdo y memoria de la victoria de Aljubarrota, en 1385, sobre las tropas de Castilla. Es de un gótico magnífico, manierista, parecido al que se encuentra en el claustro del Monasterio de los Jerónimos, de Lisboa. Aquí se encuentra enterrado Juan I y su esposa, Felipa de Lancaster y, Enrique el Navegante.
Después de la visita a este monumento del gótico Flamígero, nos bebimos unas cervezas, sin alcohol, y terminamos nuestro viaje en Vimeiro. Lugar de la recreación a la que íbamos a asistir.

Cándido T. Lorite